22 agosto, 2012

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#VecinoDeAlLado@: Comienza el griterío del piso de al lado. Muchas veces he pensado en grabarlo con el móvil y presentarme en comisaría, pero ahora hace demasiado calor para levantarme del sofá. Sería una pérdida de tiempo. Un golpe del otro lado de la pared hace eco en mi estudio como la caja de un tambor.

#VecinoDeAlLado@: Gritos, insultos, ruido de portazos. Llevo seis años viviendo en este edificio y todas las tardes igual. Cada año espero sus vacaciones, cuando se marchan no me siento tan culpable. ¿Qué opinarán los demás vecinos?

#VecinoDeAlLado@: Otro golpe me hace volver de la siesta. Parece que esta vez se están tomando su tiempo para hacer las paces. Me coloco los cascos y pincho “Love me or leave me”, de Nina Simone. Los porrazos parecen acompañar el ritmo del piano. 

#VecinoDeAlLado@: Los hijos de la ruidosa pareja vuelven del colegio. Se abre la veda a la humillación y a la dictadura. Los que antes se insultaban ahora
dirigen su furia sobre el mayor de los niños. Siempre excluyo esta parte, la de los hijos, cuando me desahogo con mis amigos en el bar. Estas confidencias suelen ser como un grito de auxilio entre náufragos. El llanto del pequeño me recorre las entrañas tensando mi garganta.

#VecinoDeAlLado@:Hora del recreo en el manicomio colindante: tengo un nudo en el estómago, sé que durará hasta salir de mi piso. Mi encallecido corazón me hace prometer que pondrá fin a tanto odio mañana sin falta. Asuntos sociales, protección del menor, mujeres maltratadas ellos harán su trabajo. Ahora, solo pienso en salir de allí, desahogarme viendo el partido de la Eurocopa con los amigos. Aúpa, España…

#VecinoDeAlLado@: Me acabo de cruzar con el vecino en las escaleras. Dejé bajar primero a la mujer y a los niños vestidos con la camiseta de la selección, parecían contentos. Lo saludé. Él me sonrió girando dos veces la llave. Le pregunté por cómo le iba, se encogió de hombros y mantuvo su sonrisa, hipócrita. Se despidió, con su mano aún caliente, sin dar tiempo para más cháchara. Ni siquiera un silencio incómodo. Bajó las escaleras y, silbando, se reunió con su familia calle abajo. Afuera parecen tan unidos… Creo que, después de seis años, soy parte de la familia.

Texto: Rubén García Collantes
Más Historias de portería aquí.

8 comentarios:

  1. Rubén, buen recurso ese de los mensajes para narrar la osmosis de la casa vecina. Es un buen relato a modo de monólogo y con ese final de la fuerza de la selección, que todo lo tapa. Me gustó

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  2. Hola Rubén ¡original idea allí donde las haya!. Menudo vencindario más peculiar. Me ha gustado, Rubén. Mucha suerte para tí. Un abrazo.

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  3. @Ruben Creo que no tardaremos en pedir la sal al vecino por twitter!!! #VecinoDeAlLado@

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  4. Le sugiero al autor que registre ese twitter:VecinoDeAlLado. He ido a seguirlo y no existe.
    ¿Cómo es posible?
    Siempre la literatura creando ilusiones.

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  5. Me temo que esta historia es más real de lo que quisiera... Gracias por los comentarios

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  6. Rubén ya imaginaba que lo era¡¡¡
    Pero abre el twitter, que será de obligado seguimiento.

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  7. Esperaba que fueran imaginaciones tuyas, aunque temiéndome lo peor. El toque festivo del partido lo inserta directamente en la casa de al lado. Yo también te animo al twit.

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