25 enero, 2013

El frío que surgió del espía

Un par de maldiciones entre dientes y su adecuada respuesta en alemán precedieron a dos fogonazos susurrados. El inglés se llevó una mano al pecho cada vez más enrojecido y al poco, lo que duró una turbia mirada de desconcierto e impotencia, se desplomó sobre el duro pavimento de Berlín. Le siguió el cigarrillo encendido a medio consumir, que fue rodando hasta sus zapatos por delante de la sangre.
El humo escapaba lentamente por la boca del silenciador de la pistola de Otto Müntzer, y al bajarla dibujó un pequeño surco que apenas perduró algún tiempo en el aire frío de la noche. El inglés no había vuelto a moverse desde el último espasmo, pero Müntzer estaba avisado de antemano por la prudencia y el oficio, y tardó en acercarse. Cuando finalmente lo hizo, crujió la escarcha del invierno bajo sus pies. La pistola aún apuntaba a la garganta del inglés cuando se agachó, pero no cabía duda de que la vida se le había escapado a borbotones por el pecho perforado. Müntzer se inclinó y trató de adivinar algún atisbo de respiración que justificara un último y piadoso disparo, pero el calor de la última respiración se había escapado hacía ya mucho. Solo llegaba frío de esa garganta, mucho frío; aire lento, pesado y gélido.
Desde luego, pensó Müntzer al sentirlo en su mejilla, qué tipo tan poco sentimental.

Texto: Enrique Trenado Pardo

8 comentarios:

  1. ¡Qué bueno! Muchas gracias por compartir estos textos con todos nosotros.

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  2. Un paseo agradable leerte.

    Un abrazo

    Maria Estevez

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  3. Hacía tiempo que no te leía un "cuasi" microrelato...por cierto, en tu línea, no tiene desperdicio.

    Abrazos.

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  4. Me sobra esa última frase para que el relato sea perfecto. Claro, que eso es solo mi opinión, porque hubiera preferido que la dureza del texto se mantuviera hasta el final, sin necesidad de ironía.
    Insisto, es solo mi opinión personal: el texto es muy bueno.

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  5. Gracias a todos por vuestras opiniones y comentarios. En cuanto a esa última frase, Ana, no te falta algo de razón, pero sin esa "ironía" veía el texto duro y frío, sí, pero frío de más, con menos personalidad de la que ya de por sí puede tener este torpe guiño a Le Carré.

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  6. Pues a mí me parece un cuento fantástico, con frase final incluida.

    Y bueno, no le hagas caso a Ana, en el tiempo que estuvo viviendo en Granada algo de malafollá se le tuvo que pegar. (¡Como a todos!)

    Un saludo!

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  7. Yo no creo que sea torpe.

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  8. Frío como un témpano con o sin esa frase, yo creo que incluso lo pone peor, glacial. Claro que es la climatología berlinesa y el ambiente en que se mueven los espías, si no, no podrían usar sus gabardinas con el cuello levantado.

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