01 junio, 2013

Los personajes literarios tienen un pasado

Durante los trabajos previos a la materialización de una historia en el papel, como decíamos en Concepción y anatomía de un personaje literario, hay escritores que trazan una biografía completa de sus personajes antes de su primera aparición en escena. Esto no es una manía de escritor, sino que es, como mucho, una manía por hacer las cosas bien. Lo mejor que puede hacer un escritor es conocer a sus personajes, y una muy buena forma de hacerlo es conociendo todos los detalles de sus personajes literarios.
Un escritor debe conocer con detalle
el pasado de sus personajes

Los personajes literarios tienen un pasado y el escritor tiene la obligación de conocerlo.

Cuando el escritor conoce a sus personajes a fondo, es improbable que les haga comportarse como estúpidos, o de forma incoherente o absurda, lo que dejaría una fea cicatriz en el conjunto de la historia en la que viven esos personajes y, por tanto, altísimas probabilidades de que la novela perdiera mucha sangre y muriese para siempre en manos del lector.

Cuando el escritor conoce a sus personajes a fondo, es harto improbable que les
haga hablar con un lenguaje impropio de ellos, chirriante o completamente fuera de lugar. Más de uno se habrá visto en la situación de preguntar a sus personajes: "Pero, ¿qué te pasa?, ¿por qué hablas así?" esbozando una sonrisa triste mientras arruga otra hoja más de papel.
Es muy recomendable trazar con precisión cada detalle de sus vidas hasta, como quien dice, el momento justo de comenzar la acción. Ello nos proporcionará un repertorio de recursos que utilizar en prácticamente todas las situaciones en las que se nos ocurra colocar a nuestros personajes.

Además, si lo hacemos así, arrancaremos cada historia con una inercia en la actitud y el comportamiento de nuestros personajes que solo puede resultar beneficiosa para el desarrollo de la propia historia.
En caso de no trazar su pasado y desconocer por completo la vida de nuestros personajes, avanzaremos por un estrecho sendero a cuyos márgenes esperan, sedientos de sangre, los monstruos de todo escritor: el atasco, la incoherencia argumental o estructural y otros más oscuros, cuyo ataque suele desembocar en un desánimo crónico, la caída en picado de la autoestima y la sensación de haber perdido para siempre todos y cada uno de los minutos dedicados a la creación de esa historia. Si cualquiera de estos monstruos nos hinca el diente, el riesgo de abandono de la historia es inminente, y aparece entonces en el horizonte la palabra FRACASO. Pues, con todo, aún quedan escritores que no saben que una historia abortada no es un fracaso, sino los cimientos de aprendizaje de futuros éxitos.

Tiene, pues, el escritor, la obligación de dotar a sus personajes de un sinfín de pequeños detalles que le decoren y complementen, dándole una apariencia ante el lector, sino de real, al menos de creíble.
La simple elección del nombre del personaje tal y como hubiera ocurrido en caso de que el personaje fuera una persona real; o la presencia latente de esa terrible experiencia de su pasado que le da empaque y presencia ante los demás personajes y ante el propio lector, son solo dos ejemplos de los datos que un escritor debe conocer de sus personajes literarios.

Otro ejemplo, generar en el lector la sola sospecha de que el personaje guarda celosamente un terrible secreto de su pasado, le puede incitar a enamorarse del personaje o a odiarle, dos de los combustibles más efectivos de cualquier personaje; en este caso, la obligación del escritor sería la de conocer cada pelo y cada señal de cómo ocurrió aquella terrible experiencia, su contexto, la implicación de otros personajes (aparezcan o no en la propia historia) y, por supuesto, la huella psicológica que dejó en el personaje en forma de sentimientos, ya de venganza, ya de dolor, ya de aprensión, ya de superación.

Resumiendo, el resultado de un buen conocimiento de su pasado nos proporcionará unos personajes literarios singulares, que el lector podrá percibir como reales o al menos creíbles, si conseguimos que cada detalle que les caracteriza sea tan real... que pase desapercibido; y que, finalmente, le resultarán al lector adorables, odiosos o misteriosos.
Todo ello aportará a nuestra historia la consistencia mínima que garantizará que el lector estará deseando zambullirse en la mismísima historia para enfrentarse a nuestros personajes o para ponerse de su lado.

El escritor en su Esfera
Los personajes literarios tienen un pasado
artículo: Víctor J. Sanz

8 comentarios:

  1. Fantástica entrada, Víctor!
    Algo a tener SIEMPRE en cuenta cuando nos sentamos a escribir (antes de sentarnos a escribir).
    Gracias!

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  2. Gracias a ti Ana, por tu amable comentario.

    Quien escribe lo sabe, antes de sentarnos a escribir, estamos escribiendo, antes de sentarnos frente al teclado o de empuñar el bolígrafo, incluso antes de pensar que estamos escribiendo, ya lo estamos haciendo.

    Saludos.

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  3. Victor te has salido en esta entrada.
    Para mi una historia no se sustenta si su personaje no está bien elaborado, lo has clavado.
    El escritor tiene que convivir con su personaje hasta el punto de hablar, tener conversaciones trascendentes con él. Un ejemplo es uno de los cuentos de Clara Obligado en el libro de los viajes equivocados, donde está la narradora en la cocina y entra su personaje a hablar con ella y cuando llevas un rato te haces consciente de que solo ella ve al personaje pero es tan real que lo puedes hasta tocar, que te imaginas hasta sus facciones.
    Enhorabuena Victor. Me encanta tu sección.

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  4. Inma, te agradezco muchísimo tus comentarios y prometo hacer todo cuanto esté en mi mano para merecerlos en el futuro.

    Esta sección la levantáis todos los que tenéis a bien participar y exponer vuestros puntos de vista.

    Muchas gracias por participar y saludos.

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  5. Resulta una labor apasionante edificar y construir un personaje literario.

    ¿Quién dijo que no podemos ser como Dios? Incluso podemos tener más licencias que él, pues Dios tiene que ser justo y nosotros nos podemos comportar con injusticia.

    Controlamos los hilos de nuestros personajes, aunque es cierto que alguno nos sale descarriado y tomará el camino que le de la gana, en contra de lo que nosotros deseamos. Algunos tienen mucho carácter, mas que el nuestro. Y esto me lleva a la conclusión si no será cuestión de carácter. De fuerza de egos.

    Victor, otra entrada estimulante. ¿Seguiremos con los personajes?

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  6. Hola Francisco, siempre atento y expectante ante tus intervenciones...

    Claro que podemos jugar a ser Dios, de hecho al último que dijo que no, lo convertí en sal chascando los dedos bíblicamente.

    En cuanto a la justicia que cabe suponer a dios como única condición posible, he de recordarte que en la Biblia, hay más muerte, odio, venganza, desolación y tristeza a su cargo que a cargo del diablo. El hombre puede llegar a ser infinitamente más justo que ese dios hecho a imagen y semejanza de los hombres más crueles, despiadados y vengativos que existieron jamás.

    La lucha con los personajes yo no la veo como una lucha de egos, pues al ser parte de nosotros, nunca podrán ser más que nosotros, por eso considero tan importante la mejora personal, para aumentar esa capacidad en nuestros personajes.

    En principio no, no seguiré con los personajes, al menos de momento, a menos que al amanecer encuentre una cabeza de caballo a los pies de mi cama, que así me lo sugiera.

    Francisco, un placer contar tus intervenciones enriqueciendo este espacio.

    Un abrazo.

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  7. Efectivamente los personajes son buena parte de la clave de una novela, pues a través de ellos discurre la trama, con su mirada solemos ver los paisajes.
    En ocasiones -antes de escribir- nos dedicamos demasiado a elaborar el esquema de la trama, y dedicamos poco espacio a pensar en los que van a vivir en ella, lo que puede provocar dificultades añadidas a la propia escritura de la novela.

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  8. Así es, Amando, añadir dificultades a la propia labor de crear mundos sostenibles no parece lo más adecuado.

    Aunque algunos lo desdeñan, planificar un poco nunca está de más, por otra parte, no hablamos de una planificación rígida e inflexible, al contrario, una planificación que ilumina un camino de forma difusa, más bien.

    Saludos y gracias por intervenir.

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