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Camino por la calle Castillo de Santa Cruz, intentando ser ajeno a la oferta de escaparates y el bombardeo de rebajas y descuentos acrecentados por la crisis. Como siempre buscando mis oasis. Lugares que me permitan reposo y nutrición para el espíritu y el pensamiento, como una exposición, un escaparate con libros o una cafetería ambientada con material noble como la madera, donde huela a café y donde sirvan buen vino, mejor en copa ancha y glamurosa y por pedir… que haya buen jamón. En cuanto al ambiente de la cafetería lo selecciono en función del día y del estado del ánimo. En ocasiones donde habiten mujeres guapas y que exhalen un halo de saber lo que quieren en ésta vida y en otras donde haya personajes pintorescos y diferentes que te inspiren una historia, como si visionara una película disfrutando de una copa de vino y de la vida contenida que existe en esa bebida de dioses que acrecienta tus percepciones, o por lo menos las modifica. Por fin me topo con un oasis, una exposición que no he visto, en la sala de exposiciones del Parlamento de Canarias. Poca agua en este oasis, pienso, es fotográfica y no creativa. Cuando uno tiene sed tiene que beber y bebí del agua de “…esto si que va en serio” de María Pisaca, una exposición de fotos de nuestros políticos pillados en bragas (en el sentido figurado, aclaremos que hablamos de los señores políticos) y me gozo los comentarios de los presentes, su odio a los vagos allí retratados, la poca credibilidad que les transmitían y me ahorraré transcribir la lista de cosas que allí escuché. La azafata me amonestó con ¡Aquí no se sacan fotos!, no antepuso ni el “por favor” y para mal educada, mal educado y prepotente yo, que para ello nací en un barrio . -¿Quién lo dice? Le pregunté.
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Francisco Concepción
Estuve en la exposición. Me divertí de verdad con tantas "personalidades" haciendo lo que muchos sentimos que hacen: poco o nada de provecho.
ResponderEliminarPero la organización dejó bastante que desear.
En un entorno en el que seguir el protocolo debe ser una norma asumida, el trato al visitante dejaba bastante que desear.
Pero mereció la pena por la exposición en sí