Las luces de la calle se reflejan sobre sus mejillas empapadas, sobre el silencio que entrecorta su divagar.
A veces parece que se oculta tras su pelo de león, bajo la rabia que a veces resurge.
Pero el dolor gana la larga batalla, años de razón y búsqueda se cuelan por las cloacas de la culpa.
Mi mamá, los chicos, no sé qué me pasa, todo lo hice mal, esta violencia que no puedo controlar, esta mierda…
Sus enormes ojos de agua cuentan más que sus largas explicaciones. La tristeza antigua, eternamente renovada, la desesperanza.
Estoy repodrida…
Y llega la calma, ya no quedan lágrimas, la aceptación de que puede haber una esperanza, quién sabe.
Un abrazo inmenso, como ella, como sus emociones, lunáticas y estructuradas a un mismo tiempo.
Sus ojos se secan hasta que una nueva riada los inunde. Tal vez mañana, tal vez cuando cambie la luna o cuando una llamada de larga distancia le recuerde disputas alrededor de una mesa.
Nos vemos.
Texto: Ana Joyanes
Literatura impecable pero no he llegado a captar el significado último. ¿No lo tenía?, ¿estoy torpe? o aún bajo la influencia del texto de Ramallo?
ResponderEliminarUn estilo muy bonito, deja mucho a la imaginación.
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