21 mayo, 2009

El mocoso, la hija oscura de Rosariyo y el peor guardián de la historia



Mi primer novio me enseñó a deletrear mi nombre en morse.
Es algo así como .--..- ó, fonéticamente, ti-ta-ta-ti-ti-ta.
El mundo de los niños es tan privado como lo pueda ser su lenguaje secreto ya sea morse, hablar al revés o anteponer una sílaba a cada una del resto de la palabra. Teventecontemitego, ¿alguien se acuerda?
Sus códigos morales son tan únicos como el cristal a través del que se hacen confidencias, sus miedos tan aterradores y reales como las peores desgracias que sufren los adultos.
En Déjame entrar nos encontramos con casi todos los paradigmas del mito vampírico, con sus grandezas y miserias: ese triste guardián que no consigue proporcionar a su hija el alimento que precisa, el ansia de sangre que retuerce a los infectados, la vida clandestina, el sol asesino, la fuerza extrema, las restricciones incomprensibles que sufren y que el protagonista va conociendo a la vez que los espectadores.
Pero que se nos muestren tales paradigmas no quiere decir que la cinta sea “una de vampiros”, más de lo mismo. En absoluto. Su mirada es tan diferente como los son sus escenarios y la atmósfera que los envuelve, tan sobrecogedora como la crueldad de los niños.

Me quedo con la mirada verde de gitana de Eli y con la conversación entre Oskar y Eli a media noche, en la trasera nevada de los edificios:
-¿Por qué no sientes frío?
-Tal vez lo he olvidado
.
Mataría por escribir esa escena. Puede que de un certero tajo en la yugular.

Crítica: Ana Joyanes

2 comentarios:

  1. Seguramente sea una buena recomendación. Muchas gracias.

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  2. Pues empieza a primar que la película vale la pena... veremos.

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