28 noviembre, 2009

Adivina, adivina


Me llevaron forzado mi mujer y mi cuñada. Ellas eran las que realmente querían conocer mi futuro, porque a mí me bastaba con vivir al día y que no me faltara nada de lo que ya había conseguido.
Así fue que me presentaron a la adivina que iba a vaticinar mi destino. Era la típica  bruja que con un pañuelo anudado a la cabeza y una bola entre las manos, era capaz de crear una atmósfera oscura y soporífera en la que me sintiera sumergido en sus predicciones y supeditado a los vapores de sus velas y sus inciensos.
Estaba ya sumido en sus ojos en blanco cuando anunció que había contactado con un espíritu que se reía. Que por lo menos estaba de buen humor, pensé y me relajé como la pitonisa me había aconsejado previamente.
Poco duró la tranquilidad, sólo hasta que la señora se puso a hacer movimientos incoordinados y giros violentos y obscenos. Cada vez sus espasmos y contracciones eran más fuertes y bruscos, y cuando la señora se cayó al piso, y comenzó a echar espuma por   la boca, salí por la puerta en busca de ayuda.
Encontré a mi mujer y a la recepcionista; ya era tarde cuando entramos, estaba tiesa como si se hubiera tragado una escoba. Desde luego, por lo que había pasado, las premoniciones sobre mí no eran buenas. 


4 comentarios:

  1. wow, espero que no le haya costado muy caro jeje hay fente experta en engaño eh!

    ResponderEliminar
  2. Me encanto.

    Es un espacio maravilloso.

    Saluda desde MDQ ,Liliana

    ResponderEliminar
  3. Estupenda ironía. Y muy divertida

    ResponderEliminar
  4. Dácil Martín1/12/09, 0:32

    Tal vez las verdaderas brujas era la mujer y la cuñada, y no la pitonisa. Está tremendo el texto.

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.