16 noviembre, 2009

El Secreto

Y mientras volvía a acercarle la jarra al camarero para que la llenase por una nueva última vez, siguió mascullando:

"Hace años, cuando empezaba en esto, descubrí a una indigente en un parque. Una mujer con unos ojos preciosos que me dejaba fotografiarla a cambio de un par de monedas, a veces a cambio de simple compañía.
Todos los días se sentaba en la misma esquina y lloraba. Un llanto resignado a esperar que algún día, como por arte de magia, su vida volviese y la rescatase."
He tardado demasiado tiempo en entender que aquella mujer, era yo.


Texto: I.R.S.

3 comentarios:

  1. Curioso cómo nos cuesta reconocernos en los demás. Si al menos el entendimiento lleva a la acción...
    Muy interesante

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  2. Nada nos sorprende tanto como descubrirnos a nosostros mismos.

    Me encantó tu relato

    Saludos

    Marcos Alonso

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  3. No nos reconocemos nunca. Siempre pensamos que nuestra voz es mejor que cuando la escuchamos grabada. Las fotos nunca nos favorecen y gran ezperiencia si escucháramos a alguien hablar de nosotros, sin que supiese que estamos presente. Nuestra imagen es muy diferente de lo que pensamos.

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