Y mientras volvía a acercarle la jarra al camarero para que la llenase por una nueva última vez, siguió mascullando:
"Hace años, cuando empezaba en esto, descubrí a una indigente en un parque. Una mujer con unos ojos preciosos que me dejaba fotografiarla a cambio de un par de monedas, a veces a cambio de simple compañía.
Todos los días se sentaba en la misma esquina y lloraba. Un llanto resignado a esperar que algún día, como por arte de magia, su vida volviese y la rescatase."
He tardado demasiado tiempo en entender que aquella mujer, era yo.
Texto: I.R.S.
Curioso cómo nos cuesta reconocernos en los demás. Si al menos el entendimiento lleva a la acción...
ResponderEliminarMuy interesante
Nada nos sorprende tanto como descubrirnos a nosostros mismos.
ResponderEliminarMe encantó tu relato
Saludos
Marcos Alonso
No nos reconocemos nunca. Siempre pensamos que nuestra voz es mejor que cuando la escuchamos grabada. Las fotos nunca nos favorecen y gran ezperiencia si escucháramos a alguien hablar de nosotros, sin que supiese que estamos presente. Nuestra imagen es muy diferente de lo que pensamos.
ResponderEliminar