09 noviembre, 2009

No podían saberlo


Se colocaron frente al tipo que tenía una lista en la mano y esperaron pacientemente. Eran los familiares y amigos de los que habían muerto en el accidente de avión. O de los que no sabían si habían muerto o sobrevivido. El tipo carraspeó un momento como haciendo cinematográfica la situación y todos le odiaron. Dijo: recuerden, voy a decir los nombres de los que se han salvado. Repito: los-que-se-han-salvado. Alzando un poco la voz. Todos asintieron y pensaron, preparándose para la retahíla: que digan su nombre es buena señal, que diga el nombre... Teresa, Teresa, Ricardo, Manolo, Teresa, Manolo, Manolo, Ricardo. Todos repetían el suyo, el que por unos instantes les iba a pertenecer, como si temieran un olvido o una confusión. El tipo empezó a recitar nombres como si fuera algo hermoso, como si detrás de toda esa lista no se escondiera un centenar de malas noticias. Los padres de Mateo no escuchaban el nombre de su hijo y no dejaban de pensar que estaría un poco más abajo. La madre miró al padre y dijo: quizá sea el último. Y el padre asintió, sintiéndose por primera vez en días esperanzado. Pero no lo dijo, el nombre de Mateo no sonó por la voz ridícula del elegido para la tarea y, sin embargo, no todo estaba perdido: el tipo se había equivocado. ¡El tipo se había equivocado! La lista era de los que habían muerto y todos los que sonreían y lloraban de emoción acababan de perder a un ser querido. O a dos, o a tres, o a cuatro. Pero todavía no podían saberlo.

Texto: Fusa Díaz
Narración: La Voz Silenciosa

6 comentarios:

  1. Esta sociedad está llena de ineptos. Seguro que el accidente también fue culpa de otro inepto.
    El problema reside en que se tratan los asuntos ajenos con indiferencia. Puedes estar segura que si en esa lista hubiera un familiar suyo, no se hubiera equivocado. La habría contrastado meticulosamente antes.

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  2. No sé si es porque aún no he desayunado, pero este texto me parece delicioso. Con una forma de escribir que nos seduce, nos pone en tensión, como si también estuviésemos delante de ese inepto, como dice FranCo, para luego sentirnos confundidos ¿Y a quién buscaba yo?

    Abrazos

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  3. ¿Existe algo hoy en día irrefutable?

    Me temo que ni las cosas más serias se hacen con la seriedad necesaria. La desidia nos arrastra hasta convertirnos en insensibles.

    Sí, gracias a esta Administración tan negada, aún les queda alguna esperanza a los padres que escuchan la lista sin escuchar el nombre de su hijo.

    No quiero ni ponerme en esa situación, uf.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  4. FranCo: la verdad es que, tal y como he descrito al que leía, dan ganas de enterrarlo vivo. Ese carraspeo y esa pose de actor de segunda...
    Por suerte esto sólo es una mini ficción, aunque no me extrañaría que hubiera un caso así.
    Gracias por el comentario.

    Marcos Alonso: ¿a quién buscaba yo, cuál era el nombre, lo habrán dicho y no me he enterado, es posible que haya muerto, por qué este hombre ahora rectifica, estaba muerto al final o vivo?
    Ay...
    Muchas gracias, MA.
    Un abrazo.

    Anabel: a mí lo que me gustaba de la idea era la imagen de ver a los que habían perdido a alguien riendo y a los que no, llorando. Esa confusión. Es terrible, pero como ficción me parecía interesante. Gracias a dios un caso así todavía no es noticia.
    Gracias.
    Un beso.

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  5. Ni en mis peores pesadillas puedo soñar algo tan terrible: creer que quien quieres está a salvo para, cto seguido, comprender que lo has perdido.
    El problema es que situaciones así se dan. Tal vez no la lista completa, pero sí errores, omisiones...
    Terrible situación y un trexto interesante

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  6. ¡Fusa!

    Cuánto tiempo sin leerte...

    Este escrito me ha hecho pensar en un poema de Wislawa Szymborska (una de mis poetas favoritas, creo que te gustaría). Te lo copio aquí:

    IDENTIFICACIÓN

    Qué bien que hayas venido –dice.
    ¿Oíste que el jueves se estrelló un avión?
    Ajá, pues precisamente por ese asunto
    vinieron a buscarme.
    Parece que él estaba en la lista de pasajeros.
    Y qué, igual se arrepintió.
    Me dieron una pastilla para que no me desmayara.
    Todo negro, quemado, menos un brazo.
    Un jirón de la camisa, el reloj, la alianza.
    Me enfurecí, porque seguro que no era de él.
    Nunca me haría eso, tener ese aspecto.
    Y de esas camisas están llenas las tiendas.
    Y ese reloj es un reloj corriente.
    Y nuestros nombres en su alianza
    son nombres muy comunes.
    Qué bien que hayas venido. Siéntate aquí a mi lado.
    Es cierto, tendría que haber vuelto el jueves.
    Pero quedan muchos jueves todavía este año.
    Ahora mismo pongo agua para el té.
    Me lavo el pelo, y luego, luego qué,
    intentaré despertarme de todo esto.
    Qué bien que hayas venido, porque allí hacía frío,
    y él en ese saco de dormir de goma,
    él, quiero decir, ese pobre infeliz.
    Ahora mismo pongo agua para el jueves, me lavo el té,
    es que claro, con lo comunes que son nuestros nombres...


    Un abrazo, guapa!!!

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