15 enero, 2010

Lo presiento





Sé que está ahí, lo presiento, pero algo de nosotros lo retiene, como si fuésemos nuestros propios censores. Nuestro cuerpo y nuestra alma, igual que se nutren y crecen, también producen desechos que tratamos de esconder avergonzados, como si no fueran nuestros, como si nos avergonzáramos de nosotros mismos, apresurándonos a evacuarlo de nuestro interior, por la puerta de atrás a altas horas de la noche, cuando ya nadie nos ve. Solo queremos mostrar al mundo una parte de nosotros, la parte más bella, delicada o sensible que fabrica nuestra mente o nuestras manos, para ser aceptados por los demás, quizás por nosotros mismos. Pero, cuánta basura producimos, cuánta diarrea mental se acumulan en nuestro interior cuando se descomponen nuestras ideas y los pensamientos se vuelven confusos, perdiendo la solidez necesaria. Es entonces cuando no aguantamos más y cunde el pánico. Los ríos de tinta se confunden con los chorros que producimos y, cuando los leemos, nos avergonzamos de su olor putrefacto y sus formas indefinidas. Por el contrario, otras veces queremos, necesitamos, expresarnos y transmitir urgentemente, pero no logramos nada más allá de lo meramente anecdótico o simbólico, pero sabemos que está ahí, como un peso que nos asfixia y nos aprisiona. Cuanto más ahínco y fuerzas pongamos en ello más inútil parecen nuestros esfuerzos. No sabemos el porqué de este mal que nos aqueja periódicamente. Quizás se deba a que deberíamos leer más, practicar, comer sano, relajarnos para producir verdaderas obras de arte o lo que es lo mismo obrar artísticamente. Reconozco que me desconsuelo cuando estoy en esa fase y observo esas grandes obras de arte. El verano pasado, cuando estuve en Italia, una sana envidia me embargo cuando vi aquella obra en la estación de San Pietro en Roma. Como el Baldaquino de Bernini, en San Pedro del Vaticano, se elevaba retorciéndose barrócamente sobre si misma y manteniendo el equilibrio, milagrosamente, como la famosa Torre Inclinada de Pisa. No tuve tiempo de admirarla mucho más, porque mi tren ya llegaba, y tampoco podía aguantar más la respiración, así que salí corriendo de aquel aseo lo más a prisa posible.
Ya llevo tiempo así, pero no desespero, sé que el momento llegará, mientras tanto no dejo de leer, aquí sentado, relajándome y dejando fluir, porque sé que está ahí, lo presiento.

 

6 comentarios:

  1. Escribir, o crear, bajo la presión de lograr una obra de arte es un peso demasiado enorme, al menos, para mis espaldas.

    A mí las obras de arte me abruman, me extasían y, por supuesto, las disfruto. Todos, alguna vez, hemos sufrido el síndrome de Stendhal en una u otra medida. Pero para crear arte hay que ser muy consciente, tener los pies en el suelo y, entonces, vomitar todo lo que has podido ir observando, recolectando de entre de tanta y tanta belleza.

    Y sale lo que sale.

    Si es obra de arte, la llamaremos Maravilla, si no, Alejandro, que es un nombre que siempre me ha gustado.


    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

    ResponderEliminar
  2. Muy buena tu reflexión Anabel. Lo cierto es que me propuse, sin conseguirlo, hacer un texto irónico, de hecho lo quería titular "estreñimiento", pero bueno me salió el tiro por la culata, y ya no sigo con las comparaciones.

    ResponderEliminar
  3. En realidad, es una reflexión sobre el equivalente al colon irritable creativo.
    Y, como en el físico, cuanta más ansiedad por retener o evacuar, entiéndase como se entienda, más distorsión.
    Como diría Bruce Lee: Be water, my friend.
    Muy buena reflexión, incluido el tono irónico, que se percibe, aunque hayas cambiado el título.

    ResponderEliminar
  4. Dácil Martín18/1/10, 9:42

    Buscar el arte, el afán de crear con arte ya de por si es una expedición que da sentido a nuestras vidas...
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.