02 febrero, 2010

El Maestro


La mañana azul era esplendida. Hacía un calor extraño. Un bochorno que se pegaba a las espaldas y a los pies de todo el grupo.
Iba en silencio unos pasos por delante de nosotros. La cabeza algo encorvada, como si estudiara un mensaje cifrado escrito en las piedrecillas del camino que seguíamos.
De pronto, el Maestro se detuvo y se giró.
Los murmullos de nuestras conversaciones cesaron de repente, como si su rápida parada y giro hubieran sido domadores de nuestras palabras.
Nos miró de hito en hito, muy despacio. Era una estrategia. Acunaba los silencios con el mismo cariño
con el que las madres acunan a sus hijos. Todos supimos que nos iba a decir alguna cosa. Y a medida que pasaban los segundos, íbamos comprendiendo que se trataría de algo importante. Algo que necesitaba ser guardado en nuestro corazón para siempre.
Pero me sorprendió. Sólo nos hizo una pregunta.
‘¿Si mañana fuera vuestro último día de vida, qué tendríais que dejar de hacer?'
Ni siquiera hizo ademán de esperar una respuesta.
Nos volvió a dar la espalda y siguió su camino, ahora no iba encorvado.
Nunca se podía estar seguro del todo con él, pero si alguien me hubiera preguntado, habría jurado que sonreía, mientras se imaginaba nuestras cavilaciones.

11 comentarios:

  1. Anónimo2/2/10, 0:59

    Este Maestro me ha recordado a Robin Williams en su papel de El club de los poetas muertos, planteando siempre la cuestión, el conflicto en la sesera.

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  2. Siempre he pensado que la verdadera misión de los maestros es suscitar una duda. Pocas veces explicarla de inmediato.

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  3. Terrible pregunta la que plantea ese maestro.
    ¿Quién tendrá valor para responderla con sinceridad?
    ¿Qué dejarías tú?
    ¿Cuál de las mil minucias que llenan mi vida dejaría yo?
    Da mucho que pensar... como los buenos maestros.

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  4. Ana J, gracias por tus palabras; supongo que tus preguntas son de las que llamamos retóricas, pero si me preguntas a mí, yo lo que dejaría sería de juzgar siempre las intenciones de los demás.

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  5. Efectivamente, Amando, eran retóricas pero, puestos a contestarlas, sinceridad por sinceridad, yo dejaría todo lo que me impidiera estar junto a los que quiero.

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  6. Una pregunta como esa, te puede dejar planchado y perdiendo el día que te queda pensando la respuesta.
    Mejor no pensarla. Mejor seguir caminando e ignorarla.

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  7. Exquisito texto en el que se recrea esa relación entre el maestro y sus discípulos, entre el líder y sus seguidores. En cierta manera da igual lo que haga, lo que diga o lo que pregunte, siempre nos resultará sorprendente, es como si padeciéramos el síndrome de Estocolmo o el de Albacete, da igual.

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  8. FranCo:
    ¿Y por qué no caminamos sin responderla, pero dejando que nos acompañe, como la vieja sombra?

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  9. Marcos Alonso:
    El verdadero líder es el que saca lo que todos tenemos dentro. El que nos lo impone es otra cosa.

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  10. Dácil Martín16/2/10, 2:03

    Los maestros y sus discípulos son ligazones muy especiales... Los viejos indios yanquis usan la muerte como una consejera, preguntándose siempre: <<Ya que voy a morir, ¿qué debo hacer ahora?

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  11. Esa es la pregunta normal, pero a veces es difícil de responder. Quizá haya situaciones vitales que nos muestren con claridad meridiana el qué. Pero tengo el barrunto de que en la mayoría de los casos esto es más complicado. A veces es más eficaz decidir por descartes. De ahí la sutil enmienda a la pregunta: ¿qué dejaría de hacer?

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