11 febrero, 2010

¡¡ A escena ¡¡

El espejo me devolvió esa imagen otra vez, transportándome al pasado, a mi infancia y a aquél payaso que removiera sentimientos tan profundos en mí…
Por entonces yo era un niño muy sensible y frágil, según mis padres. Como consecuencia de esa visión, me sobre protegían en extremo, el tiempo, en parte, les dio la razón.
Esa vez íbamos al circo. Mamá me acompañaba. Antes de salir, mi padre, en su acostumbrado tono autoritario, sentenció: -“¡No quiero que veas a los trapecistas!”-. Claro, suponía que mi sensibilidad no soportaría aquellas osadas piruetas…
Pero yo sólo quería ver los payasos. Me intrigaba saber si eran alegres, si eran felices haciendo reír. En ese momento no entendía cómo descubrir esto, pero, por las dudas, logré que mamá nos sentara en primera fila, cerca de ellos.
No presté mucha atención a las primeras rutinas, hasta que aparecieron…
No me hicieron reír, no me divirtieron,…

todo lo contrario. En un momento determinado, el aparentemente más gracioso, se acercó a dónde yo estaba. Fue ahí que sucedió aquello que hasta hoy recuerdo y me produce esta angustia cada vez que estoy frente al espejo de mi camerino, aprontándome para salir…
Me quedó mirando.
Tal vez porque era el único niño que no reía, o por la expresión de mi cara, seguramente nada alegre. No sé. Pero si me permitió descubrir la verdad, una macabra sonrisa pintarrajeada sobre la dura línea de su boca, la boca de un hombre triste.
Terminaron su exhibición y se anunció a los trapecistas. Como advirtiera papá, nos levantamos y salimos. Caminé en silencio unos metros, de pronto, las lágrimas afloraron, no las pude contener…
Las mismas que ahora corren mi máscara, la que cada noche me pongo, no para hacer reír como aquél pobre diablo, sino, para tapar la realidad, mi dura realidad…
Los conocidos golpes en la puerta y la voz de falsete me la reviven otra vez:
-“¡Margot, tres minutos y a escena!”



Sobre el cuento breve “Esa boca”, de Mario Benedetti…

5 comentarios:

  1. Los payasos, esos personajes...
    Nunca hacen reir y la mayoría de los niños sueñan con ellos.
    Tanto podríamos decir sobre su figura y de los que existe tras ese maquillaje...Ciertamente a nadie dejan indiferente

    ResponderEliminar
  2. Nunca he estado tan próximo a un payaso, y sin embargo siempre he sentido lo mismo.
    Casi nunca me hicieron reír, quizá porque su risa casi siempre se basaba en hacer sufrir a alguno del grupo.
    Me ha gustado muchoe el texto.

    ResponderEliminar
  3. Nunca me han gustado los payasos, ni el circo. Me producen angustia, no sé muy bien por qué, ni a qué es debido, pero es una angustia compasiva. Nunca me han hecho reír y los animales me dan mucha pena.

    Ni siquiera he llevado a mis hijas al circo.

    Este texto encierra toda esa tristeza.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

    ResponderEliminar
  4. Qué tristeza transmite, qué dureza.
    Es muy duro reírse o intentar hacer reír a costa de las miserias ajenas y las propias.
    Lo que hay bajo la máscara que todos nos pintamos una vez u otra a veces da miedo, siempre dolor.
    Tal vez por eso a la mayoría no nos gustan los payasos.
    Muy bueno.

    ResponderEliminar
  5. Cuánta reflexión suscita este texto que nos traslada al controvertido mundo del circo, en especial al de sus payasos, esos seres tristes y sufridos que tienen encomendada la ardua misión de hacer reír,especialmente a los niños. Creo que no dista mucho del teatro romano donde los gladiadores morían para divertir, o de uno mismo, cuando se cae al salir de la guagua y los demás se parten de risa. Realmente somos crueles desde niño. Yo si fuera payaso más que triste estaría acojonado.

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.