27 febrero, 2010

Obsesivo

Cualquier cosa. Un oso con aspavientos de sus zarpas, que se relamía la miel de la cara, llenas de un batallón de abejas cooperativas y asociadas; abejas luchadoras por el resguardo de un laborioso trabajo. Cualquier gilipollés. Tonterías infinitas y la vez nimias, insignificantes. Todo en el asfalto y en el cielo plasmado, se le convertía en una obsesión. Y rascando y rascando por los huecos de su cerebro, se pasaba las uñas por las cejas, desplumándolas. ¿Sabéis? Como cuando un loro se arranca a picotazos las plumas por el estrés que puede crear una depresión. Cualquier visión le carcomía los miles de escondrijos de su consciencia, haciéndole sentir una hecatombe de frases que intentaba escupir en hojas blancas. Aunque sus ojos se quedaran sin la protección de sus cejas. Aunque un enjambre de abejas, y los zarpazos al aire de un oso, se le presentaran en el centro justo de sus entrañas.

6 comentarios:

  1. Qué sensación más angustiosa.

    Me has recordado a un personaje de una serie de televisión que tiene todas las obsesiones y paranoias del mundo: Monk.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  2. Ese oso que recome a zarpazo limpio al obseso. Muy buena imagen.
    Un obseso escritor. ¿No hay algo de eso en todos los que escribimos?
    Me ha gustado

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  3. Errata uno, errata dos... errores y errores.

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  4. Sólo leo errores en el texto (aclaro, que se pudo malinterpretar)

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  5. ¿Por qué no nos aclaras en dónde están esos errores, para que podamos comprender el verdadero significado del texto?
    Sinceramente, me gustaría, porque yo lo había visto muy claro y quisiera conocer cuál es el verdadero significado. Si es posible, claro

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  6. Me refiero, y siendo bastante clarividente, a que el texto me parece una mierda. El significado está bien entendido, Ana J; el mensaje ha encontrado cabida.

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