01 abril, 2010

La mano

No era él, era su mano. La mano que lo anexaba a otras realidades. Una mano que lo disponía tan sólo a indisposiciones. Y se le iba anárquica a envolverlo en asuntos delicados, en temas que serpenteaban en la linde del abismo. Esa noche fue hacia su pelo a despeinarlo todo, hacia su nariz, hacia su cuello. Siempre a contrarias suyo, siempre a contrarias de los otros, de ella en este caso.

Entonces, una bella y una mano. Sola, de códigos legislativos inexistentes. Con órdenes de desordenar todo. Imperando sobre las piezas del puzzle: el caos. Y todo un juego el de la mano. Pues no era él, era su mano. Y un juego, siempre un juego todo.


Así claro, un cuello femenino, de dulce garganta con voz algo inerte de argumentos, fue a fenecer, a quedarse cerrada en un candado que cercenó todo su aire de presuntuosa y arrogante vitalidad. No era una excusa, era una mano, de dedos garrote, pero sólo una mano. No era él.

5 comentarios:

  1. Espeluznante, como cualquier excusa para el abuso y la violencia.
    Muy buen texto

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  2. Hace poco leí que existe una enfermedad que puede venir al caso. Personas que no pueden dominar una de sus manos. Se le da varios nombres, mano anárquica es uno de ellos. No se conoce tratamiento específico.

    Gracias, Ana.

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  3. Es un buen argumento para una película de terror, como aquellas que tratan de un trasplante y el órgano trasplantado se convierte en un apéndice con vida propia.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  4. ¿No era él?¿o quizás sí?, aunque fuese su otro, su otra mitad, su cuarta. El texto nos sugiere la búsqueda de explicaciones y escenarios, fermentando nuestra imaginación. Muy bueno, Jugador.

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  5. Como un primer plano angustioso que te obliga a dibujar el brazo, el rostro, los cuerpos...
    Lo de mano anárquica espero que no lo empiecen a usar los abogados...

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