16 abril, 2010

Lo peor eran las tardes.


Imagen tomada de internet. Google Imágenes


Hasta hacía unos meses, después de comer, se bajaba al bar de Graciano y allí estaba un ratito: cafetito, copita y mirar alguna partida. Unas pocas bazas, porque enseguida tenía que volver al curro.
Al principio, cuando no se creyó que la cosa se prolongaría tanto, le alegró, como si fueran unas vacaciones, pasar allí tres horas o cuatro, ocupar algún asiento de la partida y vocear, como los demás, por una baza mal jugada, por un renuncio descubierto en la barahúnda de humo y gritos.
Pero después de esos meses, tres o cuatro, ella le advirtió que no podía seguir así. No estaban como para que cada tarde dejase diez euros en el bar de Graciano.
Por las mañanas las cosas eran un poco más fáciles. El horario de los chavales le permitía disimular un poco mejor.
Ella le miraba dar vueltas por la casa como los toros encerrados en un establo, furioso por la falta de actividad. Cada poco le pedía que le hiciera algún recado, e incluso se inventaba mandados inútiles para que aquel cuerpo saliera de la casa y se llevara tras de él la tensión que electrizaba el ambiente.
Pero por las tardes…
Ya, mujer, le dijo, pero entonces qué hago hasta las siete y media o las ocho… ¿Cómo le digo a los chicos que su padre, con cincuenta años, es un inútil y ha perdido el trabajo y ya nadie quiere contratarlo?

11 comentarios:

  1. Las manos retorciéndose en una lágrima de dedos.
    Pero qué bueno!
    No se puede expresar más con menos.
    Muy buen relato, en su conjunto, en fondo forma.
    Me ha tocado.

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  2. Retratas muy bien esa terrible situación , el paro, que se vuelve impotencia, humillación, desesperación, bien simbolizada por ese toro que busca infructuosamente una salida por donde escapar.

    Un abrazo.

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  3. Una situación cada día más común. Y la sociedad la convierte en sinónimo de fracaso.

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  4. Muchas gracias por tus palabras, Ana J..

    La verdad, Marcos es que la imagen del toro no se me había ocurrido, tú la señalas y, pardiez, que es muy buena. Alguien encerrado, enfrentado a la desesperación, alguien bravo y noble...

    No creo, FranCo que sólo se trate de un fracaso impuesto por la sociedad. Si uno no trabaja, antes o después, no come. Es un axioma que ni siquiera las sociedades más avanzadas han resuelto.
    Acudir como remedio a las instituciones de caridad, acaba por situarnos en el mismo borde de lo asocial, de la marginación.
    Estoy de acuerdo en que el trabajo está demasiado supervalorado, sobre todo para quienes nos hace falta tanto tiempo para lo que realmente nos gusta.
    Ya me gustaría a mí que las teorías de Proudhom se hubieran hecho realidad, pero vivimos en una sociedad capitalista.

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  5. Amando, me he quedado realmente preocupado cuando leí tu respuesta a mi comentario "(...)La verdad, Marcos es que la imagen del toro no se me había ocurrido(...)" Me decía a mí mismo "juro que he visto un toro, que he visto un toro ", incluso miré a la copa de vino como responsable de este malentendido. Pero después de recorrer tu texto lo he vuelto a ver por ahí como si fuera los San Fermines "(...)Ella le miraba dar vueltas por la casa como los toros encerrados en un establo, furioso por la falta de actividad(...)"

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  6. Luego, el afectado por el vino era yo... Marcos, muchas gracias... Además, se demuestra que uno algunas veces cuando escribe anda un poco enajenado...

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  7. Me encanta la última frase. No entiendo muy bien por qué la hipervínculas a aquella otra, pero eso es decisión tuya.

    Es curioso lo que te señala Marcos y que tú no te habías dado cuenta. A mí me ha pasado también alguna vez y parece algo incomprensible, pero sucede, córcholis.

    Saludos,


    Anabel, la Cuentista

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  8. Dácil Martín20/4/10, 23:54

    Es uno de los textos tuyos que más me han gustado, Amando. Puedes imaginarte prefectamente el escenario, el crudo escenario en el que no quisiéramos vernos nunca. No obstante en mi caso el uso de la palabra "inútil" por el hombre para sí mismo, fue lo cayó en mí más hondo.

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  9. Uf, Anabel, por suerte no me pasa sólo a mí, por un momento creí lo del vino... ¿Es curioso, verdad? ¿Será que cuando se escribe sólo pendiente de dejarse llevar la razón tal y como la entendemos pasa a un segundo plano y sale a flote otro tipo de razonamiento?
    Dácil, el sentimiento de inutilidad en estas situaciones es quizá el más suave de los posibles sentimientos, al menos en el primer instante, en ese momento de impacto.
    Como bien dices, ojalá que ninguno nos veamos en semejante situación y ojalá que todos los que estén en ella más pronto que tarde la vivan como un penoso recuerdo, pero recuerdo, sólo recuerdo.

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  10. Supongo que este no es el lugar más apropiado para hacerlo pero es que estoy leyendo tu relato "Qué decisión tomar" y me está encantando. Ese estilo más directo y cercano a la novela negra me engancha. Y la trama.
    Tengo que sacar tiempo de donde sea para leerlo del todo, ya que veo que lo has terminado.
    Enhorabuena.

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  11. Ana J, muchas gracias. Espero que lo acabes. Empezó casi como un juego, y fíjate una serie de 45 micros, con unos personajes a los que quiero mucho.
    Ahora está apunto de concluir otro relato por entregas...
    Y estamos a punto de comenzr el nuestro, ya esta creado el blog y todo...

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