05 mayo, 2010

Suerte


En ocasiones rezo para poder olvidar todo aquello, pero nunca dejo de velar por las noches, como si estuviese vigilando el Callejón del gato. Las pesadillas me sacuden y el griterío me golpea. Su imagen la recuerdo borrosa cuando lo vi abalanzarse sobre mí, apestando a alcohol, gritándome, a la vez que reía sin parar. Tardé en reaccionar hasta que lo reconocí, era Jóse, mi compañero de trabajo “¡¡Somos millonarios, somos millonarios!! Un frío, casi glaciar, recorrió todo mi cuerpo, y un vacío, de repente, devoró todo quedándose en silencio. Sólo se escuchó una vocecita lejana y dulce “… desde luego…nunca revisas los bolsillos de tus pantalones, y luego te enfadas conmigo si se te queda algo en ellos cuando los meto en la lavadora…”.

9 comentarios:

  1. Es como perder en el último momento el avión que se estrella, solo que al revés.
    Muy bueno

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  2. ¡Menuda faena!

    Uf, no me gustaría estar en su pantalones.

    Bien contado, Marcos.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  3. Gracias Anabel, no sé que estaba pensando cuando lo escribí, espero que no fuese una premonición.

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  4. Gracias Ana, me gustó tu comparación.

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  5. No volveré a hacerlo, no volveré a hacerlo, no volveré a hacerlo, no volveré a hacerlo...
    Lavar los pantalones, digo.

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  6. Me ha divertido mucho tu texto Marcos, sobre todo porque me has hecho recordar la cantidad de cosas que he lavado de los pantalones de mi familia.
    Felicidades

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  7. Gracias Amando, Inma. Espero que este texto tenga un efecto terapeútico en las personas un tanto desordenadas como yo que no se fijan en esos detalles.

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  8. A mi me parece que los móviles los fabrican con mala calida, pues he metido en la lavadora 2 y no han resistido.
    Total un simple lavado que incluso tenía suavizante.

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  9. Dácil Martín6/5/10, 0:18

    "...un vacío devoró todo quedándose en silencio...", el instante del disgusto del pobre hombre. Me ha gustado. Un abrazo

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