Llevaba unos quince días en un extraño proceso mental. Ya casi tocaba el límite redondo del siguiente escalón del orden (la fórmula limpia que nos permite vernos como invulnerables) cuando me sucedió. Ella había ido a trabajar. Yo me quedé mirando por la ventana, absorto. Y de repente supe que era uno de los pocos hombres que quedábamos en la Tierra. Nos mantenían vivos artificialmente: en un laboratorio, atados a unas camillas, en fila. Y yo estaba comenzando a reaccionar. Me agitaba. Movía los párpados. Contraje la cara. Abrí los ojos de golpe. En torno a mí había tres médicos. El del centro era alto y llevaba una luz en la frente. A su derecha, había otro más pequeño; y a su izquierda, otro aun más pequeño, que luego pasó a la derecha del mediano. Entre los tres discutían sobre la conveniencia de eutanasiarme. Yo sólo pensaba: «Dejadme vivir».
Cuando volví de mi ensoñación (ya era de noche), pensé que aquellos médicos eran en realidad depredadores, pero esta idea pronto dejó de importarme. Ella iba a regresar. Y yo debía retirarle la comida al conejo. Salí de casa. Crucé el huerto. Y al abrir la jaula, empecé a comprender. Me toqué la frente. Llevaba el frontal encendido. Miré a mi derecha y vi a mi perro. Miré a mi izquierda y vi a mi gata, que enseguida pasó a la derecha. Nosotros tres éramos los depredadores. Y los ojos de mi conejo no me parecieron tan vacíos como de costumbre.
Otro breve para La Esfera, amigos. Gracias por este espacio de expresión una vez más.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Onírico, inquietante.
ResponderEliminarLo dejo en un sueño o me faltan pistas
En todo caso, me ha interesado leerlo.
Es estupendo volver a verte por quí
¿Para qué nos quieren mantener vivos artificialmente...? Menos mal que era un sueño... pesadilla
ResponderEliminarPues era una ensoñación. Y aunque no me crea nadie, diré que me sucedió a mí, punto por punto. Desde entonces, algo me tirita dentro.
ResponderEliminarUn abrazo, esféricos, y gracias por leer.
PABLO GONZ
El texto onírico resulta, por momentos, intrigante, tierno, conmovedor, pero finalmente me parece terrible, al menos por lo que sugiere, no sólo nos imaginamos los ojos del conejo, sino los de los tres depredadores. Pablo si tu tiritabas no quiero imaginarme al pobre conejo.
ResponderEliminarMuy bueno.
La consciencia del depredador sobre sus víctimas.¿ Sólo es humana esta experiencia?
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Marcos.
ResponderEliminar¿Y qué me dices de la conciencia de la víctima, Dácil?
Un abrazo a los dos y a todos los demás esféricos. Me voy a facebook a publicitar un poco este cuento. Ojalá que lleguen algunos lectores.
Abrazos,
PABLO GONZ
He venido de face..
ResponderEliminarPensaba justo en la conciencia de la víctima..
Tremendamente angustioso..y ahora pienso en esos gritos callados sobre las voces de quien decide..
un abrazo esférico
lem