Yo me crié en un barrio muy pobre. Un lugar con necesidades, un barrio feo. Pero allí todos soñábamos. Los forasteros lo llamaban el barrio de Los Sueños.
Escondidos y sin confesarlo hasta el barrio llegaban los señoritos de la capital a soñar. Nuestro barrio estaba mal visto. Tenía el estigma de ser la zona de los defenestrados, de los muertos en vida. ¡Pero que felices éramos! O creíamos ser. El poco dinero que ganábamos lo gastábamos en la botica. Yo nunca le dije a mi padre que había entrado a ese lugar. Mi padre era un hombre trabajador y sin sueños. Una vez sospechó que había entrado en ese territorio y en casa se armó la Batalla de las Termópilas. Allí solo entraban los mayores y los que tenían dinero. Yo solo era un niño grande, que le hacía favores a viejos guarros a cambio de unas monedas. Estos viejos no soñaban, pero ese dinero a mí me permitía comprar en la botica sueños placenteros donde no vivían viejos guarros.
El boticario era el que mandaba en el barrio. Tú le pedías siempre en baja voz el sueño que querías y él te hacía pasar a la trastienda. Allí te acostabas, te inyectaba y lo vivías. Los sueños eran la única propiedad que podíamos tener en el barrio. Eran nuestros. Cuando salías de la botica continuabas bajo los efectos de la quimera un tiempo, necesitando rápidamente dinero para comprar un nuevo sueño. Aunque te encontrabas en la trastienda con la mayoría de los vecinos, tú nunca los habías visto, no los conocías y ellos tampoco a ti.
Aún recuerdo el día que mi madre me dio dinero para que le comprara un detalle por su cumpleaños. Fui a la botica y lo gasté en soñar que le podía regalar una casa en otro barrio.
Texto: Francisco Concepción Alvarez
Narración: La Voz Silenciosa.
Muy buena metáfora tu micro Francisco
ResponderEliminarSaludos cordiales
Francisco, tu texto transmite muchísimas sensaciones contradictorias: es duro, pero tiene dulzura por dentro. Te felicito.
ResponderEliminarPatricia, Belén: Muchas gracias por leer este texto, que te puede dejar mál cuerpo y peor espíritu, pero también una dosis de esperanza pues en el desierto también se puede vivir soñando.
ResponderEliminarIncluso entre lo más abyecto se puede encontrar una salida, de todo se puede sacar provecho y encontrar ese rayito de esperanza que te hace seguir hacia adelante.
ResponderEliminarMuy bueno
Increíble, efectivamente tiene un poco de todo, y te va abriendo camino poco a poco, de la candidez de un niño a la brutalidad de su vida y del barrio.
ResponderEliminarMenudo boticario!
Enhorabuena
Sí que te deja mal cuerpo, es triste y tierno, de sueños embriagados, perdidos. Estupendo.
ResponderEliminarSaludos
Sí, deja un poco de resaca. Por unos momentos me has trasladado al principo/final de mi película favorita Érase una vez América, con la cara meliflua y los ojos entornados de Robert de Niro.
ResponderEliminarEstupendo.
Que arte que tienes !!!!
ResponderEliminarGarcias Sara Ainoha. Tu nombre si que es arte.
ResponderEliminarCrudo relato de una realidad. Porque es real que haya quienes busquen los sueños en las trastiendas dejando cancha para que otros cumplan los suyos a costa de los primeros. El Barrio de Los Sueños, desafortunadamente sigue y seguirá existiendo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho cómo has logrado sacar punta tierna donde hay tanta miseria.
El padre soñaba para el, el hijo soñaba un regalo imposible para el padre.
ResponderEliminarCuando la visabas hace dura, buscar otra fuera de esta puede ser un remedio. Pero soñar para otros...
Estupendo. A.
Un sueño para salir de la cruda realidad del barrio, al que sin embargo acudían los ricos, los de esos otros barrios.
ResponderEliminarUn padre tan ocupado en trabajar, o tan trabajado que no soñaba y un hijo que regala sueños a su madre.
Desazonador, sí, pero sobre todo lleno de esperanza. Así lo veo yo al menos.
Me ha encantado, y como siempre, la voz de José nos pone en mejor situación aún.
FranCo, tienes la capacidad, como en este Barrio de los Sueños, de mostrarnos el aspecto más despreciable de la vida y a la vez amarla irresistiblemente, aferrándonos a ella a cualquyier precio. Realismo y evasión, dos caras de una misma moneda.
ResponderEliminarEnhorabuena