Su hermana tenía razón. Lo cierto es que siempre tenía razón.
Cada mañana salía a dar su paseo matutino por desiertas calles en las que la luz del sol nunca llegaba. Todas las madrugada me despertaba con aquel horrible silbido que me ponía de mal humor y me decía, con un tono de voz inconcebible y pasmoso para aquellas horas del día: “vendrás hoy a pasear conmigo?”. Y todos, absolutamente todos los días, yo le contestaba: “¡no!” Pero ella jamás se rendía y tan temprano como siempre entraba su silbido en mi cuarto y escuchaba su voz mientras se lavaba con agua fría la cara: “¿vendrás hoy?”. Y después de mi rotundo no sus pasos se iban alejando mientras bajaba tranquila la feliz escalera de caracol que esperaba sus zapatos y sus suelas gastadas. Hizo falta que ella faltara para que yo reemplazase sus pisadas en los plácidos escalones que la esperaban.
Texto: Iria López Fernández
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Sólo cuando alguien falta, nos damos cuenta de que estaba.
ResponderEliminarEs cierto, a veces es necesaria la ausencia para valorar una presencia. Me resultó especialmente interesante: "...la feliz escalera de caracol que esperaba sus zapatos y sus suelas gastadas". El objeto -la escalera- sabía disfrutar de su presencia.
ResponderEliminarMis saludos a la autora.
Nunca digas nunca jamás. Muy bien relatado.
ResponderEliminarFelicidades.
¡Gracias! Estoy muy contenta de poder compartir otro texto con vosotros.
ResponderEliminarIria L.
Me ha encantado, me gustan mucho estos relatos breves que dicen más de lo que parece. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarEs verdad, a veces, sólo nos damos cuenta de lo que queremos a una persona, cuando ésta desaparece. Pero seamos sinceros, otras veces, nos quedamos en la gloria, por duro que parezca.
ResponderEliminarPor cierto me encantan las escaleras de caracol, yo tengo una en mi casa, por la que apenas se atreve nadie a subir, más que yo.
Felicidades, otro relato para reflexionar.
Hizo falta que ella faltara. Esa es la clave de la existencia no para el que la vive sino para los que estamos a su alrededor. Más que lo que se tiene, deseamos más lo que tuvimos y ya no podemos tener. Hay que hacer un "stop" en la vida y mirar a nuestro alrededor y ver lo que nos podemos perder. Gracias Iria.
ResponderEliminar(Tercer Intento)
ResponderEliminarBello relato de presencias y ausencias.
Las escalera y los zapatos gastados que la han
estado pisando representan para mí, la esencia
conceptista de esta historia.
Un saludo Á.
Los detalles que definen a una persona, que se asocian indefectiblemente a alguien, los que te enervan cuando los tienes encima y te dejan un vacío en el alma cuando faltan.
ResponderEliminarMuy bueno, Iria
No hace faltan extensos textos para contar cosas.
ResponderEliminarGrito por los textos cortos. ¡Arriba los textos cortos¡¡ El mejor formato de literatura para los blogs.
El eco de lo perdido, de la ausencia, siempre resuena en nustras cabezas, como zapatos que parecen que nunca acaban de alejarse del todo. Poético, y personalmente, me ha dado que pensar. Nos recuerda que hay cosas que mejor hacer ahora, porque tal vez mañana, solo podamos disfrutar del eco de la propuesta: "¿vienes hoy a pasear?"... pero ese "hoy" ya fue, y resulta demasiado tarde para vestirte y acompañar a nadie... Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias a todos!
ResponderEliminarEs cierto Ana, hay detalles, manías, ruídos, infinidad de cosas que hace o dice una persona que pueden sacarte de quicio ahora, pero mañana, si te faltan, desearíás volver a tenerlas y que te molestasen el resto de tu vida...
Un abrazo para todos. Iria L.