25 febrero, 2011

El funeral de D. Malaquías


Hoy hace ya cinco años que enterramos a D. Malaquías, y todavía no he olvidado lo que me tocó vivir y que si alguien pone en duda lo que vi puede preguntar a los que fueron testigos, al igual que yo, pero no creo que ninguno esté dispuesto a contar lo que allí pasó.

D. Malaquías aún no había cumplido los sesenta cuando murió y de esos llevaba casi treinta siendo nuestro párroco y todos ellos estuve yo con él de sacristán. Pero a pesar de compartir tantas horas juntos, he de reconocer que nunca se acaba de conocer a las personas y que a veces te salen por donde menos te lo esperas, pero que tampoco soy yo quien para juzgar a nadie, que de D. Malaquías guardo un grato recuerdo, que siempre fue bueno conmigo y se desvivía por ayudar a cuantos podía.

El buen hombre se fue plácidamente, como había vivido, se le paró el corazón
y lo encontró el monaguillo, sereno y tranquilo, como si durmiera, tendido en el suelo de la sacristía.

Por el velorio pasó todo el pueblo. A punto estábamos de cerrar la caja, cuando apareció la señorita Montse, la maestra. Recorrió el pasillo central del templo sin mirar a nadie, despacito, como si nada le importara, con la mirada fija en el féretro que estaba a los pies del altar.

Subió parsimoniosamente los cuatro escalones que separan el presbiterio del resto de la iglesia y entonces me di cuenta que traía el semblante desencajado y parecía como si hubiera llorado mucho, apretaba contra su pecho algo que al principio no fui capaz de reconocer.

La señorita Montse se acercó al ataúd, acarició levemente el rostro helado del difunto y entonces me di cuenta de lo llevaba entre las manos y cualquier cosa hubiese imaginado que fuera, menos lo que vi.

Que en mi vida hubiera sospechado que aquellas sandalias tan livianas, con un tacón tan alto y tan afilado como un punzón, con apenas unas tiritas de charol negro como toda compostura, pudieran haber sido calzadas por la señorita Montse, a la que yo conocía desde que era cría, y ni siquiera en su mocedad la vi pisar con un tacón de más de dos dedos de alto. Pero de ella eran y bien usadas que estaban, con la suela gastada de pisar el suelo.

Lo cierto es que aunque se me pueda tomar por loco, yo estoy bien seguro de lo que vi y es que cuando la señorita Montse le puso las sandalias entre las manos inertes, aquel hombre, con la faz grave y solemne, que llevaba muerto y bien muerto casi dos días enteros, sonrió.

A todos los que estábamos cerca del féretro nos entró un nerviosismo y un desasosiego sin saber que hacer. El Vicario, que había mandado el Obispo para los funerales, me hizo una seña para que pusiera la tapa, mientras agitaba el hisopo como un alucinado, y echaba agua bendita a diestro y siniestro, intentado que ninguno de los feligreses se dieran cuenta de lo que allí estaba pasando.

Así que rápidamente apartamos a la señorita de un empujón y entre el monaguillo y yo mismo cerramos el ataúd, mientras ella lloriqueaba y se enjugaba las lágrimas con un pañuelito blanco, y así metimos a D. Malaquías a la sepultura, con las sandalias de la señorita Montse entre las manos, y creo que allí seguirá sonriente y feliz para toda la eternidad.

6 comentarios:

  1. Pilar. Tu estilo de escritura es fresco, musical, alegórico,... Te dibuja poco a poco según se avanza en su lectura una sonrisa construida a base de pequeños toques en cada rincón del texto. Me pasa cada vez que te leo. Te felicito por lo que eres capaz de conseguir.

    Me voy con una sonrisa, como la de D. Malaquías, con sus sandalias de tacón alto y afilado.

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  2. Yo diría que algunas de las bases del decálogo del cuento están bien esparcidas en este relato, sobre todo tu capacidad para atrapar al lector desde la primera frase, porque el cuento tiene que atrapar desde el principio, no pasa como con la novela en que parece que tenemos un poco más de espacio, como si dijéramos: espera ahora voy al asunto, permite que antes te ponga en antecedentes. No aquí no se pueden hacer estas cosas...

    PD: PREGUNTA INOCENTE ¿ESTA ILUSTRACIÓN NO PODRÍA SERVIR PARA ALGUNA OTRA PUBLICACIÓN TIPO NOVELA COLECTIVA, O PARA ALGUNA DE SUS PARTES? EJEM

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  3. Muchas gracias a los dos por vuestros comentarios.
    Esa novela colectiva está llena de recovecos y de aventuras, todavía me pierdo, no recuerdo el episodio fetichista, estoy esperando tenerla en papel para leerla con calma. Y desde luego si los autores y el editor quieren utilizar la ilustración tienen mi permiso.
    besos a los dos.

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  4. Querida Pilar, otra vez lo has logrado, se va adivinando que nada es lo que parece. Don Malaquías tenía un gusto particular y tuvo la suerte de que se le parara el corazón con esa tranquilidad en el semblante. Vamos que murió feliz y con su fetiche.
    Creo que me uno a la pregunta de Amando, me suena bien!
    Miguel Angel, que tomo nota de lo que me dijiste ayer. Nunca se sabe, que si me da el punto allá que voy, gracias.
    Mucho besos, amiga.

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  5. Ese D. Malaquías es un socarrón, incluso muerto.
    Me encantó la primera vez que lo leí y me ha vuelto a hacer disfrutar ahora.
    Cómo me gusta tu ironía, Pilar!

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  6. Gracias Isolda, gracias Ana. Besos y cariños.

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