Se encontró un pelo largo y amarillento en su plato de sopa y sintió un asco terrible, un asco inmemorial, que latía desde su duodeno. Se lavó las manos, no dejó propina y salió a caminar para desenfundar su disgusto. De inmediato se deleitó con una mujer que escribía una carta con una rapidez hermosa, como si las letras se borraran. Se sonrieron incendiando sus ojos y sus soledades. Quedaron esa noche, se desnudaron, se hicieron todas las caricias posibles; y entonces aquel hombre olió, besó y peinó sin asco la gruesa melena rubia de la cocinera de su bar.
Todavía tengo la sonrisa puesta en los labios, Mari Paz. Así somos los humanos, claro que no es lo mismo un cabello entre los dedos que en la sopa, aunque el cabello sea el mismo.
ResponderEliminarLos encuentros con pelos son diferentes según de que momento se trate... Tambièn me he reído. Saludos
ResponderEliminarBueno. Muy bueno. Está claro que no se si el tamaño, pero "el lugar y el momento, sí importan". Me voy, gracias a ti, con una sonrisa a cenar, Mari Paz. Sopa, por cierto...
ResponderEliminarUn abrazo
Tiene razón Miguel Angel: el lugar y el momento sí que importan. Muy buen relato.
ResponderEliminarMe he reído mucho también, especialmente porque después de un enorme disgusto que le obliga a limpiarse las manos con estas mismas manos acaricia la melena de la que proviene el pelo.
ResponderEliminarQué difícil resulta hacer un micro. Éste tiene todos los ingredientes y huele muy bien, si no fuera por ese pelo en la boca que nos hace sentir tanto asco. Enhorabuena Maria Paz, en pocas líneas logras que el lector experimente distintas emociones, como si el texto fuera una montaña rusa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué importante es el contexto! Para todo.
ResponderEliminarMuy, muy bueno
Que me gusta, que me gusta mucho y que, además, tiene toda la razón y la metáfora del mundo mundial. Pero... ¿tan fácil es llevarse a una rubia cocinera a la cama?
ResponderEliminarQue sí, que estupendo.
Anabel