Los más pequeños no dejaban de corretear por la plaza, que estaba abarrotada de gente, ocultándose entre los adultos de sus perseguidores. Los hombres bromeaban y reían entre ellos, disimulando su nerviosismo; las mujeres, en cambio, cuchicheaban con rostros muy expresivos, con sus ojos muy abiertos, mientras se llevaban, angustiadas, la mano al pecho o se tapaban la boca, como si no quisieran que las oyeran; las madres contemplaban con una desconsolada ternura a sus pequeños y a sus hijos mayores sin quitarles la vista de encima, en ese afán protector contra los peligros, siempre amenazantes; a sus hermanos y amigas inseparables; a sus maridos y, de reojo, a sus cómplices amantes; al abuelo, ajeno a todo lo que pasaba; a la abuela, digna y resignada…
El murmullo fue aumentando, como si rebozara, a lo largo de la tarde, cuando el Sol ya caía sobre las montañas del oeste y un viento frío barría las hojas secas del otoño. De repente, se oyó un gran golpe, seco y hueco, que hirió de muerte el lugar y el silencio inundó el pueblo. Las frías calles, que iban hasta la plaza, quedaron enmudecidas. Todos parecieron congelarse, permaneciendo inmóviles. En sus rostros tensos, donde se adivinaban
las venas hinchadas, una mueca de horror se había apoderado de sus caras, en la que colgaban sus ojos enrojecidos y brillantes.
las venas hinchadas, una mueca de horror se había apoderado de sus caras, en la que colgaban sus ojos enrojecidos y brillantes.
Entonces las sombras se colaron bajo la gran puerta, por la que se accedía al pueblo desde la carretera que cruzaba el río. Veloces y en manadas, subieron por la calle mayor hasta alcanzar la plaza del Mercado y, tras rodearlo, se abalanzaron sobre el gentío de la plaza, arrancándoles a algunas madres de sus brazos a sus bebés o niños enfermos. También, muchos abuelos, que ya lo presentía, corrieron la misma suerte, e incluso hombres y mujeres, jóvenes y fuertes, fueron sorprendidos, siendo arrastrados calle abajo, sin que pudieran hacer nada para impedirlo. Los demás permanecieron petrificados, sólo el balbuceo tembloroso de sus labios y algunas lágrimas violaron la quietud del lugar.
Todo fue muy rápido y cuando volvió a oírse otro estruendo ya había terminado. Lentamente, y apesadumbrados fueron surgiendo los primeros sollozos y gritos de lamentos. La mayoría se arremolinaban en torno a sus amigos y vecinos para consolarlos, como si el calor resurgiera esa tarde en la que el Sol caía sobre el horizonte cubierto de nubes ensangrentadas. Las voces volvieron a brotar escondidas en la noche y pronto surgieron algunas risas mientras los niños volvían a corretear. La vida siguió y una plácida felicidad adormeció al pueblo hasta el año siguiente.
Texto: Marcos Alonso
Narración: La Voz Silenciosa
Texto: Marcos Alonso
Narración: La Voz Silenciosa
Es que no sé que decir, lo he tenido que leer dos veces ( ya sabes Marcos que soy precipitada) y ahora, una sensación de guerra, muerte, peste, catástrofe, me bloquea los dedos que querrían escribirte algo así como:
ResponderEliminarHas escrito un relato que insinúa y transmite el terror sin descubrir por qué, acompañado de unas descripciones de ambientes y personajes dignas de un escritor, Chapeau y un abrazo Á.
Creo que tiene que ver con el día que se celebra hoy, y el tributo que tenemos que pagarle al maldito bicho. Más real de lo que lo has pintado y muy bien por cierto, según interpreto.
ResponderEliminarMuchos besos y salud Marcos.
Leído nuevamente, sigo opinando que es puro Juan Rulfo.
ResponderEliminarComo comentó el otro día Pilar estás en un momento creativo dulce y todos nos beneficiamos de esta inspiración, aunque sea sintiendo la angustia que derraman estos personajes. Y como también dejé dicho, creo que se une muy bien al texto sobre el desierto y las almas errabundas del otro día.
Me voy a repetir con lo que te dije en tu último texto, pero: he vuelto a disfrutar con un texto tuyo, Marcos. En este Tributo a los seres queridos que ya no están, tal como lo entiendo, transmites con mucha fuerza descriptiva la angustia por la cercanía del momento, el llanto impotente de la despedida y la vuelta necesaria a la vida, que debe continuar. Felicidades. Me ha encantado.
ResponderEliminarNo he respirado hasta acabarlo. Tal es la angustia que se describe y se transmite. No entiendo del todo cuál es la causa del drama. Supongo que una guerra, una epidemia... Qué más da, ni si quiera es necesario aclararlo. Me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarAbrazos
Me angustió mucho a mí también. No sé a qué fecha Isolda hace alusión. Le doy un sentido más general, desde las razias de esclavos en todos los continentes, la violencia racista como en los pueblos judíos de Europa Central y las incursiones militares durante las guerillas, a pesar de este "hasta el año siguiente" que sugere un acto ritual. Todos tenían o tienen que seguir viviendo, quizá no tan felices, hasta la próxima incursión.
ResponderEliminarEnhorabuena, Marcos.
Ya sabéis, cada lectura tiene su intepretación. Catherine, yo me imaginé el día mundial del cáncer, precisamente porque se recuerda un sólo día, a bombo y platillo, cuando el resto del año, los afortunados lo olvidan. Sea lo que sea, el texto es una denuncia simbólica y muy sutilmente narrada. Me pareció un cortometraje.
ResponderEliminarBesos a todos.
Puedo prometer y prometo que yo dejé aquí un comentario y ha desaparecido grrrrrr!
ResponderEliminarPues decía que, como Dácil señala, no importa tanto la causa del drama, sino transmitir esa angustia y llanto por la despedida, a veces inesperada, de nuestros seres queridos. Miguel Ángel lo ha explicado con mayor claridad, ese pago o tributo para volver a la normalidad. Ángeles H. plantea epidemias, guerras ... e Isolda nos dejó, como a Catherine, con la curiosidad de saber quién o que era el "bicho", claro, el cáncer. Sé que estoy algo pesado con esto de la muerte, Amando ha acertado con el parecido con el árticulo anterior "Almas de arena", ciertamente lo escribí casi al mismo tiempo. Realmente lo escribí a partir de una imagen: la marcha periódica de jóvenes atenienses que morirían a manos del Minotauro, como pago de un tributo. Al final surgió una situación y escenario muy diferente. Gracias a todos.
Marcos, muy bien escrito. Parece un fragmento de una intensa novela. Chapeau
ResponderEliminarBuenísimo este texto, tan intenso y lleno de matices, que te transporta al lugar donde se desarrolla la historia, que te enerva, te angustia, te hace sufrir por los que se han de perder, por los que se perderán con fecha fija.
ResponderEliminarEnhorabuena, Marcos
Es curioso, yo también pensé en "Pedro Páramo" cuando lo leí. Me parece exquisitamente demoledor. Dramático, muy literario.
ResponderEliminarMuy bueno, Marcos.