Entré en el último instante, justo en el momento en que el director hizo su aparición. Tras él, un espigado violinista de melena desordenada. Aplausos para recibirlos. Me senté en mi butaca y saludé con una sonrisa a la chica que se sentaba a mi derecha. Eché una rápido vistazo al programa que llevaba en mis manos sudadas: Nemanja Radulovic, se llamaba el solista y el Concierto para violín y orquesta en Re menor de Beethoven, lo que iba a interpretar.
Oí los primeros acordes de la obra de manera desinteresada intentando recuperar el aliento perdido por las prisas en llegar. Más pendiente estaba de acomodarme en la incómoda butaca y de secar mi sudor que de lo que estaba escuchando. Pero algo hizo que el guión cambiara. Un sonido me llegó desde el escenario. Se me cortó la respiración y busqué instintivamente de dónde venía la melodía. Quería agarrarme a ella para no soltarla. Quería subirme en ella y dejarme mecer. Ya no sudaba. No estaba cansado. Veía sus dedos deslizarse suavemente sobre el violín. No lo tocaba. Lo acariciaba. El arco era un dedo más. El sexto dedo de su mano derecha.
Pianos, fortes, mezzofortes,... Se entrelazaban pianos sublimes con pasajes enérgicos llenos de pasión. No nos miraba. Para él sólo existía la orquesta. Dirigía miradas de complicidad a violines y violas por igual. Hacía guiños y regalaba sonrisas a quienes le acompañaban en su viaje. Los animaba a sacar lo mejor de ellos, para así poder sacar lo mejor de él.
Pianos, fortes, mezzofortes,... Se entrelazaban pianos sublimes con pasajes enérgicos llenos de pasión. No nos miraba. Para él sólo existía la orquesta. Dirigía miradas de complicidad a violines y violas por igual. Hacía guiños y regalaba sonrisas a quienes le acompañaban en su viaje. Los animaba a sacar lo mejor de ellos, para así poder sacar lo mejor de él.
Acorde final. ¿Por qué terminó?. No quería que acabara nunca. Aplausos. Llovía dentro del auditorio. Público en pie.
¡Bravo!, ¡bravo!.
¡Bravo!, ¡bravo!.
(Nemanja Radulovic es de los mejores violinistas que he tenido la oportunidad de escuchar. Lo más sorprendente es su juventud: tan solo 26 años. De procedencia serbia, colabora con las más prestigiosas orquestas a nivel mundial. Tiene ya algunos discos grabados con obras de Bach, Paganini, Beethoven y Sarasate entre otros. Si algún día tienen la oportunidad de verlo en directo, os lo recomiendo. Su puesta en escena es colosal. Transpira arte puro.)
Es uno de mis conciertos preferidos. Parece que lo vivimos contigo. Voy en busca de Radulóvic. Me ha encantado recuperarlo de mis viejos vinilos y escucharlo. Es inspiración y romanticismo puro.
ResponderEliminarBesos de primer violín.
Me encanta que te hayas sentado a mi lado a escuchar esa delicia de concierto, Isolda. He intentado encontrar a Radulovic interpretando esa belleza de concierto de Beethoven en la red, pero no lo he encontrado. En su defecto, he colgado éste video donde se pueden apreciar los recursos técnicos y expresivos de Nemanja. Es bueno. Muy bueno.
ResponderEliminarEsta obra que comparto con vosotros es la Romanza Andaluza, de Sarasate.
Qué envidia! De su virtuosismo, de la inspiración de la genialidad del Sordo, de tu capacidad para meternos en el auditorio.
ResponderEliminarExcelente!!!!
Tuve el placer de participar en ese viaje extraordinario: el violinista parecía poseído, luego nos poseyó a todos con su desmelenada presencia. Desde que su figura enjuta toda vestida de negro se colocó delante de los músicos de la orquesta, con el violín bien agarrado, decidido a embrujarnos, quedó clara su promesa apasionada que cumplió con creces. Una interpretación magistral.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarAna, me siento muy satisfecho de haberte transportado al Auditorio y sentado a mi lado a escucharlo.
Ángeles, coincidimos. Interpretación magistral. Fue un placer compartirlo.
Gracias Miguel Ángel por traernos a este soberbio violinista. Habrá que seguirle la pista, sobre todo las interpretaciones de Bach y Beethoven.
ResponderEliminarEnvidia sana y deseo de escuchar.
ResponderEliminarGracias Miguel Ángel.