Lo juro. La he visto esta mañana, no tengo ninguna duda. Viajábamos juntos en el mismo vagón de tren. La sentí cerca. No la he perdido de vista. No ha reparado en mi presencia. Esos ojos, esa mirada. Era ella. Descendí del vagón en la primera parada. Curioseó mi miedo. Se reía. Han pasado seis horas y todavía tengo el pánico en el cuerpo. Sigo deambulando por el andén. No se dónde estoy. Quieto, parado, en ninguna parte. La diferencia entre la suerte y la muerte es sólo una letra. Os lo prometo. Era ella.
Texto: Xavier Blanco
Razón tienes, Xavier, sólo una letra, sólo una letra
ResponderEliminarMirar a la muerte... Un texto corto que dice mucho.
ResponderEliminarEn efecto. Sólo una letra. Y a veces, ni eso. ¡Genial, Xavier!
ResponderEliminarGracias por los comentarios. Sí, la muerte...en la vida esta que nos ha tocado transitar todo es tan efímero, todo tan sútil, todo hoy, nada mañana...y a la vez todo tan infinito...tan eterno...
ResponderEliminarUn abrazo
Por los comentarios, veo que el relato se ha decantado por la "M".
ResponderEliminarYo prefiero imaginar que, al final, un acontecimiento feliz aparece por el extremo del andén y se dirige al protagonista.
Muy buen texto
Lo que dan de sí las estaciones y los encuentros fortuitos... Jolín, casi igual a uno que escribí...
ResponderEliminarY sí: una sola letra también da mucho de sí.
Saludos,
Anabel
Interesante... e inquietante. Me recordó un cuento de Amado Nervo. Saludos.
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