15 mayo, 2011

Calmosa presencia

Mi abuela vivía en un piso al lado del nuestro, al terminar la tarde, solía tocar a la puerta dando golpes débiles e inconfundibles con la punta recauchutada de su elegante bastón. Parecía querer evitar que el sonido estridente del timbre de mi casa violentara su calmosa presencia y que los nudillos de sus dedos, tan frágiles, pudieran quedar más quebrados de lo que estaban. La invitábamos a entrar entonces, y dando pasos de pantuflas se instalaba en la cocina muy a gusto allí esperando a que todos, el resto de la familia, fuésemos apareciendo a la hora locuaz de la cena.
Texto: Dácil Martín

8 comentarios:

  1. ¡Qué hermosura, Dácil! En tan pocas líneas qué bien cuentas la calma de una persona que, probablemente, la transmitió a todos sus descendientes, y qué felicidad ese instante locuaz de la cena.
    Me han gustado los pasos de pantufals

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  2. Armando Noguez Lomas15/5/11, 12:58

    Bello texto. Me pone la nostalgia en la piel. Ese ser mayor a pesar de sus nudillos débiles, ser de fuerza unificando a la familia.

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  3. "...hora locuaz de la cena": y ella disfrutando de la escena, a buen seguro. En silencio. Buen texto, Dácil

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  4. Qué preciosidad, Dácil!
    Puedes sentir la nostalgia, la presencia de esa abuela que no es solo tuya.
    Magnífico!
    Un abrazo grande

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  5. Tienes el don de escribir de la cotidianidad y fotografiar momentos con la cámara literaria que todos hemos vivido, o que vivimos por medio de tu pluma.

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  6. Tierna imagen que nos llena de recuerdos. Texto cargado de nostalgia en muy pocas palabras. Lo tuyo es arte.

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  7. Gracias Amando, Ana, Armando, Inma, Miguel Ángel, Francisco, me han dejado abrumada con tantas exquisitas palabras. Y qué nombres más sonoros los de ustedes, escribiéndolos así, seguidos.
    El poema está inspirado en una abuela que llegó a tener 22 nietos y una vejez feliz. Un legado difícil de superar para dejar a los vienen de relevo, aunque no se sabe nunca con tantos niños huérfanos de amor por ahí.
    Abrazos grandes

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  8. Maravilloso el sentido de la vejez, el sentimiento de la vejez que nos muestras, Dácil. Mucho más allá de que se trate de tu abuela, el respeto y el cariño a esas pantuflas es el mejor reconocimiento a nuestros mayores. Ojalá todavía no se haya perdido del todo.

    Saludos,

    Anabel

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