Mi abuela vivía en un piso al lado del nuestro, al terminar la tarde, solía tocar a la puerta dando golpes débiles e inconfundibles con la punta recauchutada de su elegante bastón. Parecía querer evitar que el sonido estridente del timbre de mi casa violentara su calmosa presencia y que los nudillos de sus dedos, tan frágiles, pudieran quedar más quebrados de lo que estaban. La invitábamos a entrar entonces, y dando pasos de pantuflas se instalaba en la cocina muy a gusto allí esperando a que todos, el resto de la familia, fuésemos apareciendo a la hora locuaz de la cena.
Texto: Dácil Martín
¡Qué hermosura, Dácil! En tan pocas líneas qué bien cuentas la calma de una persona que, probablemente, la transmitió a todos sus descendientes, y qué felicidad ese instante locuaz de la cena.
ResponderEliminarMe han gustado los pasos de pantufals
Bello texto. Me pone la nostalgia en la piel. Ese ser mayor a pesar de sus nudillos débiles, ser de fuerza unificando a la familia.
ResponderEliminar"...hora locuaz de la cena": y ella disfrutando de la escena, a buen seguro. En silencio. Buen texto, Dácil
ResponderEliminarQué preciosidad, Dácil!
ResponderEliminarPuedes sentir la nostalgia, la presencia de esa abuela que no es solo tuya.
Magnífico!
Un abrazo grande
Tienes el don de escribir de la cotidianidad y fotografiar momentos con la cámara literaria que todos hemos vivido, o que vivimos por medio de tu pluma.
ResponderEliminarTierna imagen que nos llena de recuerdos. Texto cargado de nostalgia en muy pocas palabras. Lo tuyo es arte.
ResponderEliminarGracias Amando, Ana, Armando, Inma, Miguel Ángel, Francisco, me han dejado abrumada con tantas exquisitas palabras. Y qué nombres más sonoros los de ustedes, escribiéndolos así, seguidos.
ResponderEliminarEl poema está inspirado en una abuela que llegó a tener 22 nietos y una vejez feliz. Un legado difícil de superar para dejar a los vienen de relevo, aunque no se sabe nunca con tantos niños huérfanos de amor por ahí.
Abrazos grandes
Maravilloso el sentido de la vejez, el sentimiento de la vejez que nos muestras, Dácil. Mucho más allá de que se trate de tu abuela, el respeto y el cariño a esas pantuflas es el mejor reconocimiento a nuestros mayores. Ojalá todavía no se haya perdido del todo.
ResponderEliminarSaludos,
Anabel