Ella pelaba cebollas en la cocina cuando oyó la llave en la puerta, luego su andar dando tumbos. Dos lágrimas le desbordaron los ojos. Él se acercó desafiante a tomar lo que era suyo. Demasiado cerca. Sólo se giró para protegerse, pero la mano se le fue en busca del corazón que una vez latió por ella. Lo encontró sin dificultad, blandamente. Era un viejo conocido, se sabía bien sus tonos, últimamente tan amargos.
Después, ya sin prisa por terminar la comida, se tumbó a fumar en el sofá: tendría que limpiar todo aquello.
Buen micro Angeles. Me planteo en muchas ocasiones cómo es posible que el amor dé paso al odio... Y me lo planteo tantas veces porque es mucho más frecuente de lo que parece. ¿O es que quizá no todo lo que llamamos amor es tal?
ResponderEliminarEnhorabuena
En la re-lectura me he re-creado aún más. Como las buenas copas de vino: el primer sorbo es más complejo y en el segundo te recreas en esa esencia o aquella otra. Ese pasaje de "... Era un viejo conocido, se sabía bien sus tonos, últimamente tan amargos." es muy, pero que muy bueno. Enhorabuena, Ángeles.
ResponderEliminarDel amor al odio va un paso. Pero la línea no es tan fina del odio al amor nunca.
ResponderEliminarLloraba por las cebollas o por desamosr.
Felicidades Ángeles.
Gracias por los comentarios. Lloraba por todo lo que había perdido, por lo que no pudo ser, pero necesitaba las cebollas para que le brotaran las lágrimas secas.
ResponderEliminarBesos
De repente he visto la escena filmada por Almodóvar: una joven Carmen Maura deja que el cuchillo con que pela las cebollas resbale dentro del pecho de su amante. Suena un bolero mientras se seca en el delantal las manos manchadas de sangre antes de buscar en el bolsillo un cigarrillo y encenderlo en la hornilla donde termina de guisarse lo que preparaba para él.
ResponderEliminarPero cuánto me gusta, Ángeles! Más aún que la primera vez que lo leí.