Dicen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco. El árbol que había sobre la tumba de mi padre tenía mi edad. Mi madre lo plantó cuando yo vine al mundo, justo el mismo año en el que mi padre murió en un accidente de tráfico. La visión de aquel manzano en la finca me perturbaba. Era como contemplar un árbol genealógico a la inversa, como una esquela de hojas caducas. Cuando cumplí los dieciocho años cogí el hacha y lo talé en finas láminas redondas como vinilos. Coloqué una al azar en el tocadiscos. Para mi sorpresa, el tronco tenía diecinueve anillas concéntricas. En el primer surco pude escuchar las promesas de mi padre y los llantos de mi madre. Cuando la aguja saltó al segundo surco escuché un sonido seco, como de crujir de huesos. U! n leve quejido y el sonido de una azada removiendo la tierra. En el resto de anillas se escuchaba el sonido de los grillos y las plegarias de mi madre. Dicen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco, aunque para poder verlas, hay que cortarlo.
Manuel, enhorabuena, vaya micro más impresionante, estoy con el corazón encogido, que bien llevado está y que cantidad de sentimientos encontrados tienen esas anillas concéntricas de tu árbol.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Por Dios, si existe, que relato más maravilloso. Al principio pensé que cortar el árbol era como talar al padre, y que no me iba a gustar, pero realmente es muy hermoso (y triste) lo que se descubre en las anillas
ResponderEliminar¡Qué capacidad de producción de relatos tienes (permiso para tutear) y además buenos, Manuel!
Emocionante a más no poder. Qué suerte poder talar y escuchar estos diecinueve vinilos. La historia concentrada de tu vida. Una preciosidad de texto, Manuel.
ResponderEliminarBesos de manzanas.
Hola amigos, amigas, me ha encantado este texto, triste, muy triste pero a la vez reconfortante, parece indicar que nada ocurre por nada. El sentimiento materno, siempre inmenso, nos acompaña aún sin haber conocido a quien lo generó. Precioso. Enhorabuena. Juan Antonio
ResponderEliminarUn texto que camina por el borde del cuento. Tiene la etiqueta para ser contado y narrado.
ResponderEliminarCreo que nuestro narrador (La Voz Silenciosa) lo adoptará para Radio La Esfera.
Felicidades
¡Que imagen! ¡Poder escuchar la banda sonora inaudible de nuestra vida!
ResponderEliminarSin duda, me has hecho pensar.
Enhorabuena.
Una música muy triste nos cuenta...
ResponderEliminarPero de una tristeza bella.
Saludos desde el aire
La capacidad de Manu de unir distintas cosas es magnífica. Y aquí queda de nuevo de manifiesto.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente Manuel. Una fábula sobre la vida y la muerte muy bien trazado. Concéntrico como los surcos del vinilo. Enhorabuena
ResponderEliminarQué manera tan bonita de explicar algo horrible. No me atrevo a dar mi interpretación, por si me equivoco. Inquietante.
ResponderEliminarFabuloso Manu, fabuloso.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Todo un honor para La Esfera contar con tus relatos Manu. Ver la firma de Manuel Espada entre nosotros es otro paso más para este blog. Y la carta de presentación no podría ser más contundente en todos los sentidos.
ResponderEliminarUn relato espectacular.
Muy conmovedor, Manu.
ResponderEliminarSiempre es un placer aprehender tus textos
Me gustan los arboles y todo el saber del bosque, lo de plantar un arbol por cada nacimiento . Entonces viene el cuento, con la idea de matar a este arbol gemelo a los 18 años. Lo mejor es que los discos de madera cuenten la vida del chico, es una idea "époustouflante", que me deja sin aliento, sin respirar de admiración...
ResponderEliminar¡Qué texto más rico!
Tala liberadora.
ResponderEliminarUn texto muy imaginativo y sugerente. Y descorazonador.
Muy, muy bueno.
Como lectora empedernida enmudezco con el cuento ( mientras evoco a Pedro Páramo) y sòlo me sale una palabra: magnifico.
ResponderEliminarUn saludo al autor. Á.
Muchas gracias a todos por los comentarios. Un honor estar en La Esfera. Y muchas gracias a Inma por la ilustración. Aabrazos.
ResponderEliminarInma, esa ilustración... una nueva y maravillosa vuelta de tuerca a este estupendo relato.
ResponderEliminarUn abrazo a los dos, escritor e ilustradora