18 agosto, 2011
Sucedió una noche de verano
Fue una noche de verano.
Por aquel entonces habían minado lentamente mi autoestima y mi moral, de forma que mi alma, siempre entusiasta y optimista, había quedado recluida paulatinamente en algún oscuro rincón olvidado, temerosa del futuro. Mis ilusiones, siempre vivas y alegres, siempre renovadas cada día con la fuerza del amanecer, languidecían sin remedio en el abismo de la incomprensión.
Dejé de creer en muchas cosas. Dejé de creer en compartir, en la unión de las almas, en los abrazos de los cuerpos, en los besos que duran siempre, en la complicidad de la luna y el sol, en la belleza de lo oculto, en las ilusiones que se sueñan despiertas. Y lo peor de todo,
por un mísero instante, dejé de creer en mí.
Recuerdo nítidamente aquella noche, con la ciudad semi desierta a la suerte de un calor asfixiante, en aquella terraza de bar donde hablamos de todo y nada a la vez, donde la luz del día fue dejando paso a la noche y ambos fueron testigos de que dos almas alegres con tristes heridas se miraban de lejos, expectantes, o quizás ilusionadas.
Fue una noche de verano cualquiera que mi alma se asomó desde su jaula lúgubre y desolada, buscando el origen de esa luz que se vislumbraba lejos, muy lejos. Te conocí poco antes, pero fue aquella noche de verano, cuando vi tu sonrisa acabar con las tinieblas, que empecé a creer de nuevo.
El orden quiere sujetar al azar, someterlo a unas leyes predecibles en contra de su naturaleza. El caos lo deja libre correr por el tiempo, instrumento de sus fechorías, a veces para bien y otras para mal. Aquel día, el azar quiso que nos encontráramos en el momento preciso, ni antes, ni después. Desde entonces, desde esa noche de verano en la que el azar me regaló tu sonrisa, también creo en el caos.
Texto: Francisco Ayala Escribano
Narración: La Voz Silenciosa
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Precioso texto que puede suceder una noche de verano o cualquier noche.El ser humano tiene una capacidad sorprendente para volver a nacer.
ResponderEliminarHas reflejado muy bien el transito de la desesperación a la esperanza, y que casi siempre se encuentra al conocer a alguien. Por eso, hay que salir a la calle y dejarse mojar por las estrellas. Gracias por compartir el relato.
ResponderEliminarCuando vuelve a brillar el sol en nuestra vida, amanecemos a nuevas creencias. Nos agarramos a cualquier clavo ardiendo.
ResponderEliminarQuizá habría que afirmar no tanto que el hombre es el único animal que tropieza un par de veces en la misma piedra, sino que es el ser que necisita creer en algo, hasta los que no creen, lo creen con total firmeza. Creo que las creencias son a la razón como la fuerza de la gravedad es al cuerpo.
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