11 agosto, 2011

Noche de verano


El hombre que se sentaba a una mesita de café en el paseo del pueblo, captó mi atención de inmediato. El paseo, en aquella tardía hora de la húmeda noche estival, se hallaba atestado de gente ociosa, horteras de sábado, curiosos de la vida ajena y niños escandalosos, todos en busca de un respiro. Era una de esas noches en las que el límite entre el calor ambiental y el producido por el gentío que huye de él es una barrera indefinible.
Él se hallaba sentado frente a nosotros, completamente solo apoyado con rigidez en el incómodo respaldo de una silla de plástico. Sobre la mesa había un vaso largo y estrecho; un paquete de tabaco rubio americano y sobre él un mechero de destellos dorados que palidecían cuando el hombre movía los dedos de la mano que yacía como un animal moribundo junto al tabaco. Era como si no se acabara de decidir a coger un cigarro o como si la mano fuera de voluntad independiente del ser al que se hallaba unida.
Desde mi mesa, a través del gentío que trajinaba sin parar entre nosotros, me daba la impresión de
que seguía el ritmo de una particular melodía. Mimetizado con la noche, parecía contemplar el mundo desde el trasluz del vaso que contenía un líquido oscuro y brillante. Tenía la tez cenicienta, tanto que parecía fundirse con el color de la corbata como si ésta fuera una continuación de aquélla. El pelo, ensortijado y espeso como una enredadera, se elevaba sobre el cuero cabelludo otorgándole cuatro o cinco centímetros más de estatura. Los ojos eran pequeños y blandos y se asentaban incómodamente sobre una nariz achatada como la de un boxeador golpeado sañudamente. Al observarlo de frente creí ver que los ojos se le escapaban hacia las esquinas de las cuencas. Las pupilas, sin embargo, se mantenían firmes en sus órbitas, negras como obsidianas, contrastando bruscamente con la blandura del resto del ojo. Relucían en medio de tanta negritud y casi te forza! ban a fijarte en ellas y preguntarte qué había en su interior.
Ejercía sobre mí esa poderosa y magnética atracción que todos sentimos hacia lo extraño. En todo el tiempo que observé su actitud, apenas pestañeó. Su mirada se había detenido en un punto concreto de la nada nocturna y allí permaneció durante las dos horas que estuve frente a él. En varias ocasiones busqué ese punto distante que tan apartado lo mantenía de este mundo, pero la búsqueda resultó infructuosa. Parecía una estatua antigua, de bronce negro.
Mientras, observándolo a él sin ningún asomo de vergüenza, empecé a preguntarme qué sucedería en esa vida de la cual sólo él disfrutaba. Imaginé que veía otro mundo, distante en el tiempo y en el espacio, un mundo que al resto se nos escapaba. Nosotros seguíamos viendo sólo lo que teníamos ante nuestras narices, es decir, personas acaloradas, unas enzarzadas en discusiones bizantinas sobre temas cotidianos; otras, mudas, ajenas también al mundo real, cabeceando débilmente al monólogo de su acompañante; otros, los más, soportando el agobio del calor de una noche estival, en sí incrementado por el sofoco producido por los avatares de la vida. Sin embargo, muy mala no debía de la vida que lo retenía y lo alejaba de ésta durante tanto tiempo.
Íbamos a marcharnos pero antes pensé que quizás este hombre al despertar de su sueño despierto, al coincidir otra vez con la vida que lo rodeaba, con el calor del verano — al que también parecía ajeno — al sentir la humedad que comenzaba a amenazar entre nubecillas de mosquitos; al escuchar el rugido de los motores de los coches y motos turbando el sosiego de los pensamientos — o por qué no, para evitar que pensemos — cuando contrastara su placidez con el bullicio de la gente comentando naderías y la cantidad de niños chillones y maleducados; cuando se tropezara con miradas insidiosas como la mía, quizás entonces, decidiera embarcarse en un letargo indefinido, en ese punto perdido de su mente e invisible para los demás y quizás también hacer caso omiso de su inquieta mano y no despertar jamás.


Texto: Elena Casero
Narración: La Voz Silenciosa
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19 comentarios:

  1. El mundo o la vida interior, para qué buscar fuera lo que está dentro, normalmente mucho más atractivo que la superficialidad que tantas veces nos llega de fuera.

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  2. Contraste de mundos muy bien descrito: el que compartimos en lugares comunes con quienes nos rodean y el que somos de puertas para dentro, en muchos casos, difíciles de traspasar. Me ha gustado.

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  3. Amando y Miguel Ángel.
    Lo cierto del caso es que el tipo del relato es real. Hace años viví la situación que he intentado describir. Hacía mucho calor, era mediados de Julio y el hombre parecía ajeno a todo: al calor, a los niños, al ruido. No podía quitar los ojos de él.

    Gracias por vuestros comentarios.

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  4. A mí me ha resultado muy triste, como si se tratara de una persona cuya soledad era tan grande que le bloqueaba para conectar con el mundo que le rodeaba.

    La fiesta no sería el mejor lugar del mundo, pero quizás tampoco el peor, al menos no tan vacío como los ojos que miran a nada.

    Un abrazo Á.

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  5. ¿Qué pasaría por su mente? ¿Cómo mantener tanto tiempo la mirada perdida? Me temo que le abrumaban los temores. Quién sabe...
    Besos desde mi sur.

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  6. Angeles. Sí, es un poco triste pero eso era exactamente lo que me producía a mí ver a aquel hombre, tan alejado del mundo y de todo.

    Un abrazo y gracias

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  7. Isolda.¿quién sabe lo que estaba pasando por su mente? Era un tipo muy extraño, lo recuerdo perfectamente, como si no sintiera nada. Esto pasó hace años y no se me ha olvidado.

    Besos desde el este.

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  8. Tal vez su mundo interior le resultaba más agradable o más seguro que el alrededor físico. Tal vez no sabía estar presente. Tal vez...cuántos tal vez que no conocemos? Para reflexionar.

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  9. Muy triste. Parece un hombre que ha sufrido una gran perdida o que ya no le encuentra sentido a la vida, y revive algo de su pasado que ya jamás volverá. El mundo sigue girando y él permanece detenido en algún instante en el que fue feliz o quizás muy desgraciado. El relato abre la imaginación. Me ha gustado mucho.

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  10. Muy bien relatada esta historia melancólica.
    Merecería ser el inicio de otra historia maor.

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  11. Montse. A mí me hizo reflexionar, de verdad. Se le veía tan ausente, tan solo

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  12. Mar. Gracias por el comentario. Me alegra que te haya gustado y que te abra la puerta a la imaginación. De eso se trata.

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  13. Ana J. Gracias por tu sugerencia. Nunca se sabe lo que puede suceder. Cuando crees que una historia ha terminado, puede comenzar otra distinta.

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  14. ¡qué bien suena en la radio! Muchas gracias.

    Me siento muy halagada

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  15. El mundo está ahí, pero el parece que lo ha abandonado. Es muy visual, transmite muchas sensaciones, da paso a seguir imaginando más historias y posibilidades sobre su vida. Buen relato, Eléna.

    Besitos

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  16. Alena Collar21/8/11, 18:12

    Me ha gustado mucho el contraste. Describes genial los dos "lugares" de existencia sincrónicos.
    Quizá él estaba mucho más cómodo que el resto de los personajes...

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  17. Un relato muy "de personaje". Excelente, Elena, como siempre. Eres muy observadora, como los buenos escritores.

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  18. Me encanta. Tienes ese poder de convocar todos los instantes y de describir el detalle como nadie.
    Un beso

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  19. Elena que bueno y que bien suena.

    Besos desde el aire

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