04 agosto, 2011

Tarde de verano

El camino hasta la playa se ha convertido en una odisea, así que este verano he decidido parar un poco antes, en la pendiente que lleva hasta la arena. No será lo mismo que los otros años, pero qué se le va a hacer.

Cada pocos pasos me apoyo sobre el bastón, descanso y camino un poco más. De esta forma llego a la pendiente. Me siento. La maniobra, tan simple, me ha dejado exhausto. Hacia abajo, en línea recta desde mi posición, hay una pareja hermosa, los dos tan jóvenes, con una carne tan efervescente. Esto promete. Hace ya tiempo que no tengo dos tetas entre las manos, pero cuando uno se acostumbra a mirar e imaginar viene a ser lo mismo. Hay otro tocando por mí, no pasa nada, tocamos los dos.

Noto que ha llegado el momento. Abro el diario
de manera que me cubra la bragueta, me saco la minga y empiezo a menearla. Pero mi determinación no se corresponde con el poco entusiasmo de mi miembro. Está blando y arrugado. Me concentro en las lenguas de los chicos, aunque no distingo de dónde sale cada una ni en qué boca entra. Hago lo que puedo sin las gafas de lejos. Me la sacudo con un poco más de ímpetu. Lo único que consigo es que el periódico empiece a dar saltos. Mientras lo recompongo leo un titular, casi sin querer: “Fuerte ola de calor en nuestras costas a partir de esta tarde”.

Quizás debería abandonar la pareja y centrarme en una mujer que acaba de llegar. Parece que causa un efecto agradable en mi sistema nervioso. Me toco con más ánimo. Nada. Falsa alarma. El sol me quema la nuca. Vuelvo a la parejita, luego a dos chicas, después a un mulato que oye música. Hay mucha variedad, tengo donde mirar, puedo escoger.

Al secarme el sudor de la cara, no sé por qué, renuevo la confianza en mis posibilidades. Noto como se me empieza a hinchar, y me la cojo mientras intento decidirme por un único objetivo. La falta de rapidez en la decisión hace que vuelva a desinflarse. La camisa se me pega a la espalda, estoy empapado, pero no pierdo la fe, ni mucho menos. En algún momento esto se pondrá en marcha, y cuando esté robusta como una roca, no, como un roble, eyacularé sobre la hierba. A voluntarioso no me gana nadie.

Texto: Àlex José Recoder.
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5 comentarios:

  1. Pocas veces el protagonista de un relato, al menos en esta Esfera, es un masturbador profesional -porque lo suyo no tiene, por lo que se ve, nada de amateur.
    No puedo decir que me haya gustado la historia, supongo que tengo mis prejuicios, pero me ha gustado el relato, la forma en que está escrito y ese final, que me ha despertado una sonrisa.

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  2. No voy a negar que me ha hecho sonreír, sobre todo por la inmensa voluntad de masturbador.
    Pese a lo que crearmos, siguen existiendo en las playas, junto a los simples mirones.

    Un relato bien llevado... calentito.

    Saludos

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  3. Debo confesar que la primera vez que lo leí me pareció grosero. Con la segunda, pues tiene gancho, me ha hecho reír no sin cierta pena. Me gustado y está bien escrito. Bienvenido a la Esfera.

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  4. Cualquier tema -incluso el triste y desagradable del viejo voyeur -que nos evoca la decrepitud, el abuso e incluso nos da un poco de grima y mucha pena- si está bien tratado merece un aplauso.

    Este, desde su inicio con un paseo, in crescendo en información, hasta su final optimista : "a voluntarioso no me gana nadie", es un buen texto. bueno y provocador.

    Enhorabuena. Un saludo Á.

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  5. Gracias por los comentarios, un saludo y buen fin de verano...

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