30 noviembre, 2011

La última navidad con Schaeffer

Fue buen tipo Tico Schaeffer. Se recorrió los bajos fondos del Harlem buscando algo para decorar el árbol de navidad. Volvió a casa con un regalo colgado de su brazo: un tipo con gafas, bajito y de provincias, que decía ser escritor, aunque de buena fe sólo era un charlatán que había cumplido su sueño de tener un apartamento en Nueva York. Yo lo esperaba al pie del abeto sobre una cestas llena de guirnaldas plateadas y bolas decoradas con purpurina dorada. Tico y su adorno entraron con gran alboroto, a ratos eran comedidos, a ratos se ahogan entre risas y jadeos. Los escuché todo la nochebuena, mientras los niños llamaban, infructuosamente, a la puerta para cantar villancicos. Si contara, con pelos y señales, lo que vi ese día a Fred, seguro que me diría: No sé qué decir, suena poco limpio para ser navidad. Así que mejor no lo cuento, cierro el pico, aunque el asunto de pantalones no era de esperar de Schaeffer que había sido buen chico y fiel a su mujer Ot! tilie toda su vida.
Ottilie estaba en Nueva Orleáns, cuidando a su hermana enferma. Como decía, Tico abrió con su llavín y entró seguido del rubito de las gafas de concha. De ese fulano de chaqueta
a cuadros que tanto sale de parranda en las fotografías de la sección de cotilleos, a veces bailando con medio cuerpo escorado sobre la reseca pechuga de una modelo larga como el mástil de un velero. 
No falto a la buena voluntad de estos días de paz si le pongo nombre al tipo de los cuadros; al fin y al cabo, lo susurró Tico varias veces a lo largo de aquel día. Caputo... ¡Ah, no! Capote, Truman Capote, se llamaba el señorito. 
Podría haber sido el dolorido Doc Golighthy o el falso Fred, aspirante a escritor; pero no, soy un tipo de principios al que le encanta sorprender a los extraños con un “siempre me siento atraído por los lugares donde he vivido, por las casas y los barrios”. No llevo cuenta de las navidades que he pasado acá, al lado del costurero de Ottilie, en la casa que dejó en herencia Mr. Schaeffer. Los sobrinos andan en pleitos y la llave de la vivienda está depositada en el juzgado esperando a que se le asigne dueño.
Antes de la navidad en casa de Schaeffer, pase algunas otras haciendo migas con los tipos de Fahrenheit 451 en la biblioteca. Por eso además de a Holly, Doc, el Fred bueno, el Fred falso, Sally Tomato y Rusty Trawler conozco a Montang, al profesor Faber, a Mildred y al comandante Beatty. Mucha gente para pasar cualquier navidad diría cualquiera, pero qué quiere, por eso ahora estoy desesperado esperando que el pleito se dirima y me toque pasar las próximas navidades con compañía.
Dicen que con el ajuar de la casa de Tico y los adornos del árbol harán lotes y que los herederos se los jugaran a las pajitas. O sea, que puedo ir con el sobrino mayor de Mr. Schaeffer o con la prima segunda de Ottilie, que dicen que vive en un bloque de viviendas para drogadictos. Todo un panorama mi próxima navidad y para el colmo el juez no parece tener prisas en redactar la sentencia. 
Me paso los días esperando que entre el oficial del juzgado y todos los sobrinos detrás para hacer los lotes. Cómo hoy es año nuevo, ese día tampoco ha llegado. No doy más de mi desespero por no tener unos ojos que me recorran de arriba abajo, como los de un hombre cuando mira a una mujer semidesnuda, así que llamé a información y le pedí a la amable telefonista que me pusiera con los bomberos, con el capitán Beatty. 
Me he disculpado por hacerle la pascua en año nuevo y me he denunciado. Le he dicho que tengo motivos para esperarlo al pie del abeto de navidad, entre los regalos. Para su alegría he rematado la información para que no cupiesen dudas: si, capitán Beatty, mande al atormentado Montang a que me prenda fuego, dígale que se asegure, por si acaso....Si, lo ha anotado usted bien, capitán, “Desayuno en Tiffany’s” es mi nombre...
Texto: María Dolores Rubio de Medina
Más relatos de Navidad aquí

8 comentarios:

  1. Relato de dos lecturas obligadas. La verdad es que me perdí en la narración. En cierto momento tuve la impresión de que era una librería la que narraba. Solo al final se descubre al narrador en primera. Necesita la segunda pasada en estos tiempos de brevedad. Me supera.

    ResponderEliminar
  2. Alambicado texto para lectófilos (perdón por el palabro).
    Me ha encantado reencontrarme con Montag, Mildred y el profesor Faber.
    ¿Nueva por aquí? Si así es, bienvenida a La Esfera, María Dolores. Si no, disculpa mi poca memoria.
    Saudos

    ResponderEliminar
  3. Dácil Martín1/12/11, 15:33

    Me he perdido también entre las cestas de guirnaldas. Tropecé con Montag, y al Truman me pareció capiscarlo de entrada. Un torbellino de personajes a consta del abeto. Un divertido laberinto. Me perdí, debo confesarlo, pero gratamente.

    ResponderEliminar
  4. María Dolores Rubio de Medina1/12/11, 16:11

    Soy reincidente por segunda vez, Ana J., el anterior, "Sueños de un vegetal", también se las traía, sí...

    ResponderEliminar
  5. Ahora caigo.
    Un abrazo, Mª Dolores

    ResponderEliminar
  6. Bienvenida a rodar a La Esfera, compañera.

    Un relato muy tuyo, sin ninguna duda, cargado de guiños. Me gustó leerlo.

    Un abrazo muy grande

    ResponderEliminar
  7. Me temo que mi sapiencia en textos sajones es demasiado escasa como para seguir los guiños de M Dolores, es mi falta.

    Sin embargo admiro esa prosa turbulenta y reconocible que yo seria incapaz de reproducir por mi cabeza cuadrada y cultura latina . Gracias por enriquecer mis lecturas y un abrazo, Á.

    ResponderEliminar
  8. María Dolores Rubio de Medina4/12/11, 10:54

    Gracias a vosotros.
    ¿Hablamos de libros o de cine? ¿Serían míticos "Desayuno en Tiffany's" de Capote y "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury lo que son de no ser excelentes películas?

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.