Foto: Miguel Ángel Brito |
La Navidad siempre viene con luces rojas; rojos, azules, verdes destellos intermitentes. Parpadeos silenciosos olvidados por la noche cuando la ciudad se recoge, cuando a nadie interesa contagiarse de alegría prediseñada, cuando se limpia entre bastidores acabada la función preparando el escenario para la siguiente, cuando se entrevén los armazones del artificio. Y es que la Navidad descubre a impostores disfrazados de artistas con aires de originalidad repetida o descolocada, cuentistas de historias increíbles sin ficción, farsas del cortar y pegar.
A Eva le gusta la luz roja que anuncia la Navidad, la que tiñe la luna de diciembre, la legítima que
viene cargada de relatos inventados para cautivar a mentes fantasiosas, imposibles de no creer. La luna roja que lame los sentidos avivados en las noches más largas del invierno. El calor de la gente contenta aunque sea por respetar la costumbre, pero que propicia cálidos encuentros en otra fase, a veces en otra dimensión.Luis andaba cabizbajo, se sentía abandonado por todos sus amores, paseaba regodeándose en su melancolía de doliente enlutado: el alma azabache, la mirada aguada, el cuerpo abrigado resguardándolo de los alisios navideños, no fuera a contagiarse de los fuegos fatuos que empezaban a tentarlo. No, no se dejaría seducir otra vez, no más. -¡Y esta hipocresía de felices fiestas…!
¡Eva! ¡Es Eva! ¡No me lo puedo creer! Está igual, como si no hubiera pasado el tiempo. ¿Café?
¡Pero si es Luis! ¡Qué guapo está! Pero no, con Luis no, que no, que ni se me ocurra…
Eva, no puede ser, con Eva no, que no, que no se me puede ocurrir…
La conversación fue disipando los nubarrones ya trasnochados en la mente de Luis y atrayendo las manos imantadas a rozarse, tímidamente, contactos furtivos que erizaban la piel, disimulados con rapidez –que no. Más palabras entrelazadas, más miradas intercambiadas, complicidades de viejos conocidos rescatadas sin esfuerzo –que no puede ser. Labios que se incendian al primer toque como sin querer, en estudiado movimiento –no puede ser lo que se me está ocurriendo. Y roces que se hacen tactos, y tactos que se hacen caricias, y caricias que despiertan deseos en noches ruborosas.
Luego, a solas, la luz atenuada del salón de Luis evitaba que pudieran leerse los miedos que intimidaban a ambos. Ella temía que su cuerpo desnudo la traicionara, ya no era tan joven, a él le inquietaba la traición del deseo desbordado que cosquilleaba en sus entrañas marchitas.
Se acariciaron lentamente sin dejar un resquicio por explorar, exhaustivamente, palmo a palmo, poro a poro. La piel reaccionaba temblona a cada roce, se sonrojaba, se estremecía con calores olvidados. La ropa desapareció sin dejar rastro. Los labios proponían besos rotundos, besos maduros del que sabe hacer. No hubo dudas ni titubeos, pudo ser, claro que pudo ser, no podía ser de otra manera.
La luna roja de diciembre no necesita más luces para brillar con colores de fiesta.
Texto: Ángeles Jiménez
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Awwwwww! Me ha encantado!
ResponderEliminarQué delicia, cuánta ternura! Esa luna roja de diciembre es pura pasión madura, como un fruto rojo.
Un abrazo grande
Por cierto, que el comentario era mío, de la loca de Ana J., que no he cambiado a mi personalidad cotidiana .
ResponderEliminarDebe ser cosa de la luna...
Gracias, Ana, me di cuenta, no podía ser de otro. Bs.
ResponderEliminarLa luna, que en Navidad es de las más grandes y rojas, despierta pasiones y sueños, como este texto tuyo que es una delicia.
ResponderEliminarEfectivamente, Ángeles, estoy de acuerdo, la esencia de la Navidad está en cualquier manifestación del amor. Me ha gustado este relato tan intenso y tan bien llevado.
ResponderEliminarGracias por leerlo, es un placer compartir las letras con ustedes.
ResponderEliminarLa pasión del pasado desatada por un encuentro casual ¿O no?y estimulada por el rojo calor de la magna luna en los dias del solsticio de invierno.
ResponderEliminarEn los dias con menos luz del año, la iluminación de la luna, más grande Y cálida es necesaria. Como lo es iluminar los oscuros tiempos con tl nacimiento de un dios de amor o con su propia esencia .
Bien traído . Felicidades tocaya de. Á.
Me ha parecido un relato entrañable, la luna roja o de cualquier color brilla también para los amores maduros.
ResponderEliminarGracias Ángeles y La Abela por captar la esencia del relato, una delicia de lectoras. Besos
ResponderEliminarQuerida Ángeles, buscaste la excusa de la Navidad, para marcarte un relato de amor y de pasión... podrías haberte evitado el primer párrafo y entrar en materia a matar. Me sobra.
ResponderEliminarMe gusta como llevaste esas voces interiores de querer y no querer, de inseguridades...
Si es que al amor y a un revolcón sucumbimos hasta los más duros.
Muy bien¡¡¡¡
Estoy con FranCo...e igualmente me ha encantado como utilizas el ritmo del texto para transmitir la impaciencia del deseo. SUPER bien! Enhorabuena, de verdad me ha encantado.
ResponderEliminarGracias, FranCo, Teresa, mis apasionados lectores.
ResponderEliminarMe apunto a tu Navidad. Siempre entrando hasta el tuétano de los sentimientos, Ángeles. Qué bien lo haces! Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, Miguel, la Navidad es propicia para el despliegue de sentimientos, así que ¡a saco!
ResponderEliminarBesos
Me ha gustado mucho la prosa, ese "no puede ser". No lo veo alternativo, quizás por el final feliz de dos amores reencontrados en la soledad de la madurez. Un buen relato, sin duda, con ese crecimiento paulatino del tacto.
ResponderEliminarGracias, Ximens, me alegro de que te gustara esta historia alternativa con final feliz, toda una rareza de la Navidad esférica.
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