La niña me invita a acercarme a ella, y le pregunto quién es, qué edad tiene, qué hace cuando cierra su viejo chamizo de palma en donde almacena los mangos más dulces del mercado, quién la cuida, de qué mágico árbol recoge esa dulcísima fruta. La niña sonríe con una dentadura inmensa, blanca, perfecta, y me contesta con una mirada curiosa, alargando su mano, ofreciéndome el mango que sostiene en ella, que yo por supuesto compro sin importarme lo que pago.
Los que vengáis a Puerto España no dejéis de buscar a la niña del mango, estará allí para vendéroslo.
Texto e ilustración: Carlos de Castro
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Me inspira una inmensa paz y calidez, este precioso relato. Felicidades..
ResponderEliminarUn abrazo
Texto que incita a mirar, a buscar, a entender, a sentir... Me ha gustado mucho, como la ilustración. Enhorabuena, Carlos.
ResponderEliminarA voz viva me gusta un poco más, es un buen texto, me llena.
ResponderEliminarSaludo
Una belleza de texto que nos acerca a lo que a veces es invisible
ResponderEliminarUn texto muy evocador, delicado. La ilustración, muy buena.
ResponderEliminarDesde luego que nadie se perdería unos mangos tan apetitosos, se les ve dulcísimos, como a la niña. Mangos mágicos capaces de regalar sonrisas, no dejen de comprárselos.
ResponderEliminarMe gustan los textos ilustrados por el escritor es el complemento perfecto a las letras.
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