12 diciembre, 2012

Angustiatardecer

Lentamente, al día se le acaban las horas. Los rayos de sol se escapan, y se llevan mi última esperanza. El atardecer, hoy me provoca angustia.
A través de la ventana, el celeste se torna anaranjado, casi fuego; cada vez más oscuro, casi noche. La abro. El vidrio opaca mi realidad. Dejo escapar mis emociones. Volando, se van. Ahora puedo sentir la levedad de mi ser flotando en aquella inmensidad. Uno tras otro cada sentimiento se rinde, y los veo partir.
Contemplo a lo lejos los tejados del barrio, añejos de vidas y recuerdos. Está atardeciendo. La brisa es canción. Los hogares tibios, los árboles vestidos de otoño; todos sus contornos comienzan a dibujarse, como bordando con tinta china un horizonte en el cielo. Un escalofrío me recorre entera en un viaje de ida y vuelta. Respiro profundo. Exhalo. Hasta quedarme vacía… y mi angustia se arrodilla ante aquella pintura, suplicándole al sol que no se esconda, rogándole al día que por favor no se termine hoy… todavía me queda mi última esperanza.

Texto: Bárbara Salama

4 comentarios:

  1. Nos describes una tarde/oscurecer que podría ser idílico y resulta ser una especie de tortura para el protagonista. Curioso giro y esconde el texto una angustia que no nos desvelas.

    Me sobra la reiteración de atardecer, atardeciendo, rogándole al día que no termine, al sol que no se esconda... en un texto tan corto me parece excesivo, ya aclaras que está atardeciendo.

    Felicidades por tu enfoque y fotografía del atardecer.

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  2. Creo que consigues el efecto que pretendes y que el título declara.

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  3. Me gustaría seguir leyendo esta historia para descubrir lo que tiene oculto.

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  4. El porqué de tanta angustia, yo ahora te preguntaría, Bárbara, ¿y entonces?

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