22 diciembre, 2012

En la línea de tiro libre


En la línea de tiro libre, último segundo. La gente grita. Y esa pelota naranja en cámara lenta. Tus compañeros de pie y tu entrenador tirado en el suelo de rodillas. El puño cerrado del árbitro y la gota de sudor sobre tu frente, sobre tu nariz, sobre tus labios. ¿Cuánto tiempo llevas esperando esto? Desde aquellas zapatillas enormes para tus pies enormes. Desde aquellos días sobre la bombilla con tu padre debajo del aro. Tira, hijo, tira. Ahora doblas las piernas y piensas en el centro del tablero. En la mitad de la línea que surca el metacrilato. Ahí donde el golpeo, siempre con la misma fuerza, con el mismo arco, hace que la pelota rebote y caiga sumisa en la red. A los lados metros de carne que observan. Eres tú y solo tú el que decide. Un punto para ganar. Para que la gente sea feliz en la inconsciencia. Para que hoy la noche sea distinta y mañana sea el día en el que todo parece más claro. Para crear una mentira que se diluirá en unas horas. Relajas los hombros, deltoides que se abanican. Relajas los codos y sientes que la muñeca derecha se carga como un resorte. Más allá de los flashes, tras la barrera de las cámaras, hay caras que te insultan y caras que te sonríen. Manos que oscilan intentando distraer tus ojos. La pelota regresa del parqué y se encuentra en tus manos. Sientes que hay pequeños granos de cuero. Sientes la marca, el peso. Inclinas el cuerpo y descubres cómo influye la mecánica de tiro en tu gesto. Eres un artilugio que hace palanca con mil inserciones, con mil tendones un autómata inconsciente. Piensas en cómo cambiará tu vida si el tiro entra y haces que todo rompa en una felicidad que engaña a la muchedumbre. Tu cuerpo envía la señal para que la pelota se alce en el aire y describa su discurso arqueado con la gravedad. La observas girar y no sabes si quieres que entre porque todo será distinto siendo igual en realidad.

Texto: Alberto García Salido
Narración: La Voz Silenciosa

2 comentarios:

  1. La felicidad colectiva y contagiosa efímera, cierto, Alberto, pero ¿a quién le amarga un dulce?

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  2. Tener en tus manos la felicidad de alguien (por muy efímera y mentirosa que sea una victoria en un partido de basket, aunque fuese la final olímpica) es una responsabilidad cuyo peso no sabría llevar cualquiera...
    Espero que el balón entrase...
    Sí, me gustan los finales felices. No creo que por eso pase nada, ¿no?

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