16 diciembre, 2013

Isla Nada, de Víctor Álamo de la Rosa

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Título: Isla Nada
Autor: Víctor Álamo de la Rosa
Editorial: Tropo Editores
ISBN: 978-84-96911-69-7 (Sept'13)
Páginas: 412
PVP: 19.00 €.
Acabo de leerlo y no puedo dejar de escribir lo que se me pasa por la cabeza y se derrama por mis dedos, con la presión de la prisa porque tengo que escribirlo ahora, que si no mañana no puedo ni pasado tampoco, y tengo miedo que se me escape. Esta “Isla Nada”, la última novela de VíctorÁlamo de la Rosa, tiene mucho que contar, del hocico al rabo, porque con un burro empieza y con un burro acaba esta historia más que historia. Aparentemente os parecerá surrealista si la leéis pero de surrealismo tiene poco porque las situaciones descritas nos llevan a reflexionar sobre la condición humana. Esta Isla Nada sirve de lugar común, donde todo toma forma, se hace nítido, y los sentimientos se desnudan.

Son dos historias aparentemente divergentes, la de Phillip, un hombre detrás de un sueño,  el de montar un curioso zoológico donde exhibir seres humanos, de todas las razas y colores exaltando sus bondades: vaya sinsentido, dirán, venido de un exaviador nazi. La otra historia, la de Luisón Montoto, un famoso tenor catalán que ve como poco a poco pierde su voz por culpa de que su esposa es una adicta sexual que busca allá y acullá quien le enseñe todo secreto. Y he aquí a estos dos seres divergentes, que sin embargo, a pesar de conocer éxito y reconocimiento, van perdiéndolo todo, todo menos ellos porque a todos nos pueden quitar de todo pero nosotros somos irreducibles, o así debería ser al menos. Y helos aquí que su mundo, antes tan grande, inmenso, afronterizo, se contrae en un punto del atlántico, en esa Isla de El Hierro, que no es Nada, casi imperceptible, donde no queda más remedio que buscarse,
porque allí nadie los va a encontrar. No son solo ellos los únicos personajes, también habrá muchos otros, pero ellos son la clave. Ellos y un piano de cola, ya verán por qué cuando lo lean.

Es un libro donde se nos encontramos al Víctor de siempre con ese lirismo tan lleno de cabriolas, domador del lenguaje que es él, que se entremezcla con otro en diversos pasajes, un Víctor distinto, más directo, que lucha por abrirse paso y dejar oír su voz. Me gustan ambas voces. Dota a sus personajes, como siempre lo hace, de un rasgo común, que se repite, machacón, que los hace reconocibles, que hace que se nos queden grabados por tiempo y los dota también de aristas que los hacen imprevisibles aunque creíbles, como somos los seres humanos ¿quién no lo es?

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Víctor Álamo de la Rosa
(imagen extraída de Google Images)
Víctor es un escritor romántico. No lo digo por lo que escribe sino por qué escribe.  Les digo por qué. Tuve oportunidad de hablar con él sobre este libro, días después de su presentación. ¿Sabéis lo que destacó? La portada, diseñada por el artista Oscar Sanmartín Vargas. Y la destacó más allá de por su belleza artística, por la reivindicación del “libro objeto”, como lo llamó. Me hizo reflexionar, yo que convivo, como lector, en ambos formatos (pagando siempre, eso sí). Su libro, en homenaje a él, lo hice trizas (cariñosamente hablando, claro). Lo subrayé, lo doblé, y cuando lo cerré después de leer esa última frase, ese el tiempo inmedible, está dentro de sus ojos, le pasé la mano por la portada y le dí un golpe cariñoso, un cachete: me gustó.



No se por qué, me parece leer entre líneas, cómo nuestro escritor, el que me atrevería a decir sin riesgo a equivocarme, sea el más hecho de todos los actuales escritores que escriben desde Canarias, ha decidido también volver y hacer ese viaje con sus personajes, y desprenderse de todo, y volver a esa Isla Meridiana sobre la que tanto ha escrito y buscarse a sí mismo, y llenar el cielo de cenizas y dejar de respirar, ahogarse y sufrir hasta casi morir y volver a nacer, y zarpar desde la Restinga y buscar otros puertos. No sé por qué, me parece leer entre líneas. Sea o no así, este viaje, que muchos hacemos en determinados momentos de nuestra vida, es necesario. Todos debemos varar en esa isla interior, Isla Nada, donde sólo nosotros existimos y tomar decisiones. A unos les dará por dejarse dormir esperando la muerte, y a otros por tener valor para inventarse: es el rasgo que caracteriza a los que quieren ser grandes de verdad.

Crítica: Miguel A. Brito
La Vida en sorbos

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