19 agosto, 2015

Sin

Vivaqueando en una flor de opio. Mis brazos extendidos, bamboleando sobre sus pétalos de un religioso claro. Esperando el néctar de su fértil semillero. Tengo el sol vigilándome, tostándome la piel, holgazaneando como si fuera un desertor de la colmena, harto de trabajar para la reina.

Consumiendo el tiempo adecuado para quedar arqueado sobre su panza hinchada, redonda como una pelota, verde triste. Vegetando sobre un vegetal. Sonriendo, estirando las comisuras con las cosquillas de sus filamentos. Arañando con garfios en mis manos temblorosas su ovario, sin delicadeza para recibir el maná del sexo sin orgasmo.

Ahora me afano como un obrero para elaborar la miel que me seduce, que me empuja a cerrar el ciclo y haraganear con la medicina de dios. Las secreciones cálidas de mis poros hierven con al ansia, germinan el vaho que me adormece, vagabundeando ebrio en busca de otra heroína que cortejar.

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