11 abril, 2009

Ella


Lo que él quiere oír ellas saben como decirlo, y cruza a zancadas las calles nocturnas que lo llevan hasta ellas, a su paraíso. Allí no escatima los billetes que mete entre los senos de las más bellas; la guitarra de seda se abre, sus cuerdas laten. De vuelta a su casa, ya exhausto, no está para que le hagan preguntas indiscretas. Los calcetines zurcidos cubren sus pies cuando por la mañana se viste para ir al trabajo. Y ella, lo mira de soslayo con esa agria belleza de las almas derrotadas. Entonces cierra  la puerta despacio para irse y deja atrás la penumbra del pasillo y a ella, sentada en la cocina dando la espalda, en un silencio atroz. Y la calle bulliciosa lo recibe, está  llena de coches y de gente con paso ligero. Su secretaria debe estar corriendo la persiana del despacho, y los empresarios ansiosos esperandolo para solicitar su servicio. Él llega, y con reverencia, gesticula el asentimiento a todos ellos rascando su calva para aliviar la mala conciencia. Sólo  en su risa, que muestra con dientes de conejo, parece asomarse el yugo de los deseos oscuros.
Texto: Dácil Martín
Narración: La Voz Silenciosa

3 comentarios:

  1. Ella. ¿Y quien es ella? ó ¿Quién es él? El autor, la autora

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  2. Ella no es la autora, dalo por seguro.

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  3. Silencio y deseos ocultos, siempre la mentira, sea cual sea el motivo, aunque se calle, aunque se oculte.
    Me han dado ganas de zarandearlos. Al uno, por mentiroso, a la otra, por cobarde.
    Muy bien, leer este texto te remueve por dentro.

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