02 abril, 2009

¡Ya vuelven!

Ya vuelven. Y no sé dónde esconderme. He intentado mantenerme en silencio, discreto. Habría jurado que podría pasar desapercibido pero no, tuve que soltar esa parrafada en arameo.
¿Cómo reprimirme cuando te ignoran, cuando actúan como si no existieras, cuando están convencidos de que no existes?
Antes bastaba con una viruela mortal, o una buena guerra de religión o un terremoto. Algo, lo que fuera.
Antes era temido, casi tanto como Él, a veces, más que Él. Pero cayó en desgracia y, acto seguido, yo. ¿Quién necesita un Dios cuando tiene de todo a golpe de tarjeta de crédito? ¿Quién necesita creer en los milagros cuando el Discovery Channel les clava en los ojos la creación explosiva del Universo? ¿Quién se sentirá amenazado por un diablo que se ha quedado sin enemigo?
Debo estar quieto, ni una sola palabra, que crean que he abandonado este cuerpo. No me voy a dejar embaucar por sus bravuconerías. Bravatas en latín, no son más que eso.
No voy a marcharme de esta morada, no están los tiempos para andar vagando por esas calles tan iluminadas donde no queda lugar para la sombra, esos rincones repletos de seres más demoníacos que yo, que juegan a ser Yo.
No me van a desahuciar de aquí. ¿Dónde voy a encontrar otra alma que siga creyendo en el bien y el mal, que me de cobijo?
¡Otra vez el agua bendita! ¡Por favor! ¡Si es que me provocan! Ya está, tendré que hacer que le salgan unas cuantas pústulas más, otra contracción antinatural del torso, a ver si se apiadan de la chica. ¿No son ellos los que proclaman ser tan compasivos? Pero no la dejan descansar. Y esa salmodia en latín me destroza los tímpanos. ¡Que pare ya!
¡No pienso irme! ¡No!
Hacer levitar la cama siempre me ha sido útil pero esa horrible cantinela en latín…
Apenas puedo sujetarme, la carne se hace jirones y siento que saldré expelido al exterior, indefenso ante las oraciones que me doblegan.
¿Es posible que los únicos creyentes que quedan se encuentren en esta habitación?
¡No saldré de aquí, aunque me llamen por mi verdadero nombre, aunque sienta que mi espíritu vuelve a caer desde el paraíso a los abismos del horror!
Les vomito mi miedo, mi angustia, les impreco en las lenguas antiguas que despiertan sus temores ancestrales.
¡No podéis hacerme salir al vacío, a un mundo donde ya no tengo cabida! ¡Dejad que me quede en este cuerpo deshecho!
Ella ya está perdida, ¿no lo veis? Y vosotros me necesitáis, necesitáis un adversario digno, al temible Diablo que obligue a la Humanidad a postrarse ante vuestro Dios.
¡Le partiré el cuello y lo haré girar como un tornillo! ¡Expulsaré por su boca los más nauseabundos humores, mi aliento helado os congelará!
Pero, ¡dejad de repetir esas infames oraciones!
¡No voy a salir de aquí!


Texto: Ana Joyanes

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