15 junio, 2009

Sin Corona

Las horas se abrazan, el tiempo me ama y ya no me abandona. Sus horas son tan largas que cada una parece la eternidad. Nada es en vano, nada se esfuma, nada es nada porque el todo nunca deja de existir. De él soy una parte, por él soy espíritu, arte, carne, soy vida, el aire que se renueva y que jamás expira. De sus entrañas vengo y a él, sólo a él, le debo mi deber. Le siento cerca, el eco de su voz retumba en mis vacíos y huecos y una y otra vez me llama susurrándome que vaya hacia él. Yo le digo que espere, que no estoy preparada, que no me importan la corona ni me importan sus guirnaldas, sólo atravesar los muros que hacen al infeliz. Muros erigidos de torpeza y por bestias, muros de cemento podrido impidiendo a la miseria desaparecer, muros cercando un paraíso infernal.

Escucho el eco imponente, por todas partes resuena su voz... ¡El mundo ha sufrido tanto! Parece que nunca llega el momento esperado, tantas veces soñado, aclamado, implorado... Y en la vertiginosa danza del tiempo, la tierra, en contínuo movimiento, agitándose cada vez más y más, sin cesar, avanza... Avanza el mundo conforme la actividad de sus hombres y la vida de los hombres según su actividad. Pero bien mirado, ¿hacia dónde nos dirigimos con toda esta actividad? ¿Dónde tiene sus miras el monstruoso engranaje social?

Y mientras el mundo gira y se agitan los que lo habitan, yo, me detengo, y en la noche escucho el silencio mientras la luna refleja en la oscuridad, como la silueta en el agua clara, la imagen de la sociedad soñada, sociedad que en los defectos de hoy es superada y mejorada.

En esta lucha no desfallezco, no me rindo en el consuelo, y deseosa, entusiasmada, encantada por un mágico misterio, sólo quiero desplegar estas alas y ver el panorama desde lo alto, y si en mi desdicha he de perecer, desdichada seré. Pero no tengo miedo, ya no, por suerte que Apolo y Orfeo me acompañan y no pereceré si ellos siguen el camino conmigo. Este es el sendero que he de recorrer, no me he equivocado, lo he encontrado, sólo he de caminar, pasearme en él, recorrerlo hasta el final y allí, a mi alma sin corona coronarán.

Autora: Sandra Cabestany
Sandritabcn@msn.com

Ilustración: Mundo, de Rafael Duque

6 comentarios:

  1. Bienvenida, Sandra.
    No está nada mal tener el valor de seguir adelante y ver el panorma desde lo alto.

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  2. Sandra, la fuerza de la que hablas y la altura, ¿Tiene algo que ver con cristo?

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  3. Hola Ana, sí, hay que tener valor para iniciar un viaje que no sabes ni cómo ni cuándo acabará. Por su puesto es un viaje simbólico, un viaje a través del tiempo de las ideas.

    gracias

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  4. Hola Franco,

    al escribirlo no pensaba en Cristo ni tan solo que alguien lo recordara a él... La fuerza es aquella que necesitamos para seguir adelante por un camino que no tiene vuelta atrás y que a pesar de todo, te ves obligado a continuar.

    la altura es la distancia que debes tomar para cojer un fuerte impulso.

    Gracias por leerme

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  5. No siempre se puede cambiar el mundo... pero siempre se puede intentar :)

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  6. Excelente Cabestany, me has recordado un poema que lei hace mucho tiempo, y que por desgracia no recuerdo el escritor, en fin soy un mar de despiste,...

    "Igual que un árbol soy
    eternamente preso
    cadenas en la tierra.
    Las alas en el cielo.
    Soy como tú
    y por más que los espejos se empeñen
    en señalar distancias
    soy tenaz, camino
    soy valiente.
    Soy como tú"

    Un placer leerte
    Un abrazo

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