30 agosto, 2009

Ella

Es como mirar y dejar que el aire se quede inmóvil a su alrededor. Hace que la atmósfera adquiera tintes de locura, impensables fuera de ella. Pero de una locura lúcida. Te invita a la ausencia. Y te dejas ir. Miras y te deleitas. Observas. La sinuosidad de las formas con que dibuja el cuerpo, tumbado, como a descompás. Sugerente, invitador, atrayente. Desde el imperio de unas piernas infinitas, moldeadas como a cincel, etéreas, marmóreas en su color y tersura, en una ángulo de cuarenta y cinco grados; la izquierda ligeramente sobre la otra, y ambas dirigidas hacia la derecha. Las caderas, terminándolas, y en su centro el Monte de Venus. Espesura que invita. Color de la tierra. Tenues sugerencias de lo que parece. Promesas. Lentitudes. Altares. Todo lo inmanente en él. La cara y la cruz. El principio y el fin. El alfa y la omega. La vida. El origen de la vida. De toda vida. De mi vida. La fascinación que asciende a base de una cintura que se cierra en torno a la unión, al centro, al eje alrededor del cual gira el cuerpo que eleva, mi centro gravitacional, el hecho sobre el cual hace que todo nazca y todo muera. Centro de centros. Y en su plano los senos. Hermosos. Suaves y esbeltos. Blancos y con un ligero color de ocre en su centro. Brillantes. Excelsos. Abiertos. Y la mirada sigue deslizándose, hacia el rostro, en un tobogán infinito que no acaba nunca. Que se detiene en el continuo repique antes del cuello. Eterno. Y ahí el mármol se hace pétreo. Locura de siglos. Círculo de espirales sin fin. Sin principio ni final, sin origen ni destino, sin ida ni retorno. El lugar donde quedarse. El lugar de todo comienzo. La locura perfecta. Pedestal de un óvalo clásico. Italiano. De puntales marrones que te observan con hondura, que te mutilan. Que hieren de tanto que entran. Que queman. Que destrozan. Ojos antiguos. Ojos serenos. Ojos. Y sobre el blanco de las sábanas, a modo de corona, negro el pelo. Desparramado. Azabache sobre satén. Negro sobre tonos de blanco. Todo lo que la mirada bebe no es sino el espejo de mi vida. La luz. Mi alma reflejada. El alma. Todas las almas. El lugar donde quiero vivir. El lugar donde quiero morir. El sitio. Mi hogar. Ella.

8 comentarios:

  1. Maravilloso.

    Como a toda mujer le gustaría ser vista por su amado.

    Enhorabuena, por partida doble.

    Anabel, la Cuentista

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  2. Ya tú sabes30/8/09, 19:27

    Menudo pastel

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  3. Diego, hay que "atarse en corto" cuando uno está enamorado o deslumbrado por una mujer (aún siendo fea), pues caemos en los tópicos peligrosos y nos combertimos en una pastelería. Lo que escribimos seguramente lo sentimos y necesitamos compartirlo, pero nos volvemos unos insufribles empalagosos. El virus se te pasa con el tiempo, pero dejastes muertos en tu camino.

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  4. ¿Pastel? Vosotros si que sois un pastel. Cuando a la descripción de la belleza se le llama pastelería es que se tiene el gusto en el culo y la sensibilidad en el mismo lugar. Así va el mundo. ¿Tópico? ¿Cómo hablas tú de una mujer? Igual que el otro, seguramente, como patanes.
    Ni caso, Diego, sigue escribiendo así, si es que te place, porque es bellísimo.
    Puro papanatismo el vuestro. Por cierto, a ver si aprendemos a escribir; ese "aún" no debe llevar acento, y "combertimos", se escribe convertimos. ¡Mi madre! Antes de criticar algo aprende a leer, y para eso, primero aprende a escribir, cateto.
    Rubén Darío, Lorca también os resultarán un pastel, ¿verdad? Lo dicho, id a leer pornografía que seguro que la disfrutais más.

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  5. Que inteligente resulta respetar las opiniones. Que inteligente resulta respetar el trabajo de los demás (siempre se aprende algo). Insultar te quita razón. Descatalogar gratuitamente te saca de La Esfera. Estar fuera de La Esfera puede ser una opción.

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  6. A mí me gusta la pornografía. A mí este texto no me gusta nada. La belleza tiene muchas formas. Yo paso de la forma tarta -o pastel-, pero la de agujero del culo me encanta. Mi mundo con la sensibilidad culera va bien. Rubén Darío y Lorca poco; Rimbaud, Galdós, Fante o Chéjov, más. Acepto pertenecer al grupo de papanatas, de hecho, lo soy.
    Ni caso Diego, sigue escribiendo como te de la gana, claro que sí, pero entiende que haya gente a la que no le guste.

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  7. Gracias Anabel por tus palabras. Y siento que a Ya tú sabes, el primer anónimo y JRamallo no les guste el escrito. Si a todos nos gustase lo mismo la vida sería muy monótona. Agradezco la defensa del texto del otro anónimo y disiento de las palabras.
    A mi tampoco me gusta Rubén Darío, Rimbaud sí, Lorca sí, pero Galdós en absoluto. Y tampoco la pornografía, aunque se puede hablar mucho sobre lo que es.
    Seguiré escribiendo sobre lo que me gusta y como me gusta. De eso no tengo la menor duda.
    Cualquier crítica es buena, de toda se aprende.
    Un saludo.
    Diego

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  8. Muy bueno, también bello. Sin darte cuenta el texto te atrapa, te envuelve y acabas sumergiéndote en él.

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