Tu mirada es una pura lástima, y si hicieses el intento de reírte de ti misma, no quiero ni imaginar como defraudarías al espejo. Es que, por más que quisiera, no olvido a tus padres cuando se tambaleaban en la calle mientras intentaban introducir la llave en la cerradura de tu casa, ni a ti, -pequeña y frágil niña-, que junto a ellos esperabas callada con el uniforme y la maleta colgados de tu cuerpo de pajarillo abandonado. Tal vez esa sonrisa que muestras ahora, en tu cara pálida y amarga, sea el indicio de estar enamorada de un chico de tu clase. No, no es que quiera arrebatarte la verdad de esta efímera dicha tuya, y a la que te aferras por vivir al fin un sueño. Seguro que te las arreglas sola, y no te usa ni te arroja el chico que te gusta, ni los otros más viejos. No me hagas caso, es mi mente que la cree vagar en los halos del futuro, quiero equivocarme. No me mires cuando te cruces en mi camino, sigue, sigue, vive tus sueños.
Dácil Martín
Releo el texto intentando descubrirlo sin éxito. No importa, me quedo con sus aromas de ternura y su sabor agridulce de felicidad efímera en medio de la tristeza cotidiana.
ResponderEliminarMe encantan tus guisos, solo que me quedo con ganas de más.
Un abrazo
¿Sabes esos vinos maravillosos que te piden que cates y encuentras taninos a flor, a hierba recién cortada, a madera, frustos rojos, regalí, cítricos... y al final te gusta pero no sabes a que huele?
ResponderEliminarEs una satisfacción que, después de estar cocinando tantas horas, desgusten mis platos con tanto cariño. Brindemos pues.
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