Hoy recuerdo aquel viaje que no sé si ocurrió a cierta ciudad que ni siquiera sé si existe -los viandantes con vértigo a las aceras, las carteras desbordadas con sus prisas, la ausencia de sonrisas por las calles, los abrazos que se reparten mutuamente las farolas y la brisa.
Recuerdo el semblante de sus caras al pasar indiferentes, con gesto blanco. Los bancos de los parques, como ausentes, las estatuillas mohosas sonrientes, las calderas y acondicionares de espaldas a la calle, las huellas repisadas de los caminos fáciles, y la entrada portentosa al cementerio.-
Lo que más recuerdo, esas portezuelas, esos pasadizos oscuros, esos huecos abiertos en las tumbas por donde podías deslizar tus ruegos y preguntas a los muertos; que casi nunca se pronuncian.
Recuerdo el semblante de sus caras al pasar indiferentes, con gesto blanco. Los bancos de los parques, como ausentes, las estatuillas mohosas sonrientes, las calderas y acondicionares de espaldas a la calle, las huellas repisadas de los caminos fáciles, y la entrada portentosa al cementerio.-
Lo que más recuerdo, esas portezuelas, esos pasadizos oscuros, esos huecos abiertos en las tumbas por donde podías deslizar tus ruegos y preguntas a los muertos; que casi nunca se pronuncian.
Texto: Hipodemo
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Me encanta la imagen.
ResponderEliminarSugerente texto, en ese ambiente frío y sereno, que nos habla de la muerte y de los muertos, enterrados, quizás, en nuestra imaginación.
ResponderEliminarBuen texto
Me quedo con los abrazos entre farolas y brisa.
ResponderEliminarTambién con las huellas repisadas de los caminos fáciles. En los difíciles no hay repisadas.
Un acierto.