20 febrero, 2010

Mi abuelo Antonio (IV) (último)

Los que nacimos en el tardofranquismo, y descubrimos la adolescencia en la Transición democrática, fuimos sorprendidos por un estallido de sensaciones y emociones agridulces después de años vagando en tardes tibias. Las nuevas ideas nos inundaron, sin poder abarcar tantos cambios. Las imágenes se superponían, acribillándonos a bocajarro. Como un terremoto los “buenos” se precipitaron desde los altares y ya nada sería como antes. Nos rebelamos, cada hogar se convirtió en una guerra civil, y surgieron cementerios de ideas caducas para reinventar todos nuestros recuerdos.
Mi abuelo rebozaba de felicidad cuando leyó aquella carta. Casi un año más tarde reapareció mi tío Ramón, llegó en los últimos convoyes que lograron escapar de aquel frente que se desplomaba, la guerra que se perdía, pero eso ya daba igual. Cuando llegó definitivamente, fue recibido como un héroe, también, se convirtió en un salvador. El dinero que trajo se empleó en medicinas que alargaron la vida de Isabel. Mi tío Ramón trajo muchos regalos, que fueron repartidos entre sus hermanos, sobre todo los más pequeños. Isabel murió tres años más tarde. Mi tío Ramón pasó de ser un héroe a un gran jugador de fútbol,
hasta que un grave accidente lo dejó paralítico para siempre.
No recuerdo que edad tenía yo, cuando regresé del colegio en medio de pensamientos confusos, una ácida incertidumbre recorría mi cuerpo, me sentía defraudado, aquella imagen se reveló como una aparición que te escupe en el alma. Entonces lo entendí todo. Era un regalo, uno de esos regalos que trajo mi tío Ramón, y que fue a parar a la caja de galletas. Volví a coger la foto de mi abuelo Antonio, está vez desafiándolo con la mirada, en el reverso había algo escrito, no lo entendía, salvo aquellas palabras que había explicado el profesor: “Adolf Hitler”
Sin saberlo, durante toda mi infancia estuve confundiendo aquella foto de Adolf Hitler, creyendo que era la imagen de mi abuelo Antonio, ahora me avergüenzo de él, no sé como perdonarlo, pero sé que tengo que convivir con ello, al menos hasta que salga de esta confusión y sea capaz de diferenciarlos.

12 comentarios:

  1. Supongo que ya la habrás visto, pero tu relato me ha recordado a la película "La caja de música".

    Y es que nuestros familiares también tienen "defectos" como seres humanos que son.

    ¿Hemos de dejar de quererlos?

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  2. Gracial Anabel por tu comentario, con él me he dado cuenta que no se ha entendido el final y he tenido que cambiar el último párrafo. Esta historia no es real, es la historia de una confusión, en la que el narrador durante su infancia confundió a Adolf Hitler con su propio abuelo. Es que yo para los finales soy un desastre, jajaja, aunque ya estoy acostumbrado, hasta tengo que explicar los chistes después de contarlos.

    Un abrazo

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  3. Me gustó la historia y como está contada.

    Saliendo de foco, has visto la película "Las trece Rosas" (en época del franquismo). ME gustó mucho y también había escrito sobre ellas.

    Besos

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  4. Me he leído de un tirón las cuatro entregas de tu "abuelo".
    Y no he podido menos que sonreir al leer el final. ¡Menuda confusión!
    Pero es que a mi hermana y a mí nos pasó algo parecido.
    Verás: El año pasado le preparamos a mi madre una presentación con fotos de toda su vida para celebrar su cumpleaños. A cada foto le asignamos un cmentario. Apagamos las luces, comenzó la presentación y llegamos a la foto de una niña que ponía algo cursi como "siempre la llevaste en tu corazón". Entonces, mi madre va y nos dice, ah! ya no me acordaba de ella. ¿Cómo, si es tu sobrina Pepita, la que murió cuando era una niña?
    Pues, no, resulta que la que mi hermana y yo siempre creimos que era nuestra prima muerta (que mi madre adoraba porque la crió) era, en realidad, la sobrina de un antiguo novio suyo!

    Coincidencias aparte, el relato me ha gustado, aunque me ha dejado con ganas de que lo hubieras desarrollado más.

    La forma en que describe una época y unas costumbres que ya nos son muy lejanas es estupenda.
    Esas fotos construyen un estupendo retrato social e individual.
    Toda una saga concentrada en imágenes del pasado, el pasado empaquetado en cajas de galletas, en tus propias palabras.
    Ya nos dabas una pista en esa descripción de tu abuelo con las botas altas, el traje gris y la capa. He tenido que dar marcha atrás para recuperarla, pero ahí está.
    Una cosa, nimia tal vez, pero que me ha encantado: sol casi feudal.
    Qué buena imagen!
    En resumen, que me he quedado cn ganas de que lo amplíes. Esa historia familiar agazapada entre las fotos sepia merece que la desarrolles.

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  5. Dácil Martín20/2/10, 19:50

    Un historia que se va haciendo interesante, que nos habla de las guerra civiles, cuyos males se han extendido varias generaciones. Y yo pregunto si aún persiste...

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  6. Marcos, por favor, no camibies el final sólo porque una lectora despistada no lo haya entendido. Como ves todos los demás lo han comprendido a la primera, no como yo que soy un desastre total.

    Al leer los otros finales me he dado cuenta de que la historia tiene más sentido tal y como tú la explicas -no como yo la entendí-.

    Saludos,

    Anabel, la Cuentista

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  7. Gracias Diego por tu comentario. Aún no he visto la película, pero la tengo en la lista de espera (mi lista se parece a la de la Seguridad Social) y me han comentado que está muy bien, creo tu comentario será un estímulo para anteponerla.

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  8. Gracias Ana por tu comentario y tu enorme paciencia. Uff esas confusiones a veces son comprometidas pero terminamos recordándolas con gracia. Cierto, después de despistar al lector me gusta dejar alguna pequeña pista, que después te haga saltar la chispa recordándola. Me alegro que te hayas tropezado con esas botas tan hitlerianas. Me he divertido mucho escribiendo el relato pero creo que ya está agotado. Así que entierro a mi abuelo y a Hitler definitivamente. La verdad es que me cuesta contenerme y condensar mis ideas en un relato corto, no digamos en un microrrelato, y suelo terminar en un relato más largo.

    Un abrazo

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  9. Si Dácil aún suenan tambores de guerra en muchas mentes y sus heridas siguen abiertas como trincheras.

    Un abrazo

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  10. ¿Paciencia? Para nada! Si he disfrutado leyendo!!
    Me da pena que entierres a tu abuelo, pero a Hitler, ya era hora...
    Nada, que espero el próximo.

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  11. Creo que es mejor así Anabel, la verdad es que no quedaba del todo claro y ¡ya está bien de confusiones! a,ja,ja.

    Uu abrazo.

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  12. Como he dicho un poco más abajo llego ahora mismo de viaje. De ahí el retraso en los comentarios.
    A mí me ha gustado, desde luego.
    Y vaya confusión.
    A mí me ha llamado la atención, además de la confusión, claro, lo del fracaso de Ramón la figura del fútbol truncada a causa de un terrible accidente.

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