Me pregunto si realmente te metiste en mi y me sigues guiando, si esas historias que contabas y alegraban los días, iban encaminadas solo a divertir, o tenías la certeza de que continuarían protegiendo la integridad de la niña a la que le encantaba escucharte.
Me das la mano en la sombra, me dejas huérfana de tu alegría, pero me haces que vea la vida desde tus ojos, desde tu filosofía de hombre recto y sereno, desde la vitalidad de tus ilusiones.
¡Qué incongruencias tiene la vida!, cuando vivías nos pasábamos días sin hablar, ahora que no estás no hay una sola noche que no hablemos a escondidas, en nuestra oscuridad y con los ojos cerrados, pero con mi alma puesta en ti.
Nunca te dejaré ir en paz, porque no quiero perderte...
No sé si realmente va dirigida a tu padre. Sólo sé que me ha traído al mío por un momento y he vuelto a ser la niña a la que le encantaba escucharlo.
ResponderEliminarGracias por tu hermoso y emotivo texto, tan lleno de autenticidad.
Mientras alguien anide en nuestro recuerdo, aunque haya muerto no habrá muerto del todo.
ResponderEliminarHermoso texto.
El verdadero sentido de la resurrección consiste en la comunión, es decir, en la comun unión. Cuando nos unimos en torno al que falta, él resucita entre nosotros, en nuestros corazones, y se hace presente.
ResponderEliminarGracias a todos, Ana J. si que va dedicado a mi padre y a todo lo que le añoro desde hace casi 2 años, aunque realmente como bien decís sigue en mi corazón.
ResponderEliminarUn beso a todos
Hermoso y sentido texto que compartes con nosostros. Como, muy bien nos explica Ignacio, más allá de la idea religiosa.
ResponderEliminarUn abrazo
Una bella manera de contar que no simpre nos dejan del todo.
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