Brisa fresca y murmullo; El fervor religioso se transporta calle abajo. Familias bien vestidas, risueñas, despreocupadas, adoran y veneran dioses y vírgenes. Almas simples sedientas de respuestas y mentiras.
A cien metros un hombre descansa tumbado en un cajero. Boca abajo. La puerta está cerrada. Permanece ajeno al ruido, al frío, a la hipocresía. Lee la hoja de un periódico mientras espera la llegada del sueño. ¿El también creerá en Dios?
-¡Bajen aquí y ayuden!- Se oye gritar desde lejos.
Santa Crucifixión. Cruz. Ficción. Miro a mí alrededor, gente rezando en la puerta de la iglesia. La ciudad sigue siendo un cementerio. Gracias a Dios no soy creyente.
Texto: Hosmán Amin Torres
Hosmán Amin, crucifixionista del siglo XXI, ¿serán los últimos rezos? No crucemos los dedos, por si acaso.
ResponderEliminarBuen contraste, como la vida misma.
ResponderEliminarSaludos,
Anabel, la Cuentista
La ciudad es un río de cadáveres ambulantes... con su cruz a cuestas...
ResponderEliminarLa realidad nos sorprende cuando vemos las mismas cosas desde otra óptica, como este texto, donde el autor nos muestra una realiad diferente en la que lo simbólico se vuelve grotesco y la tradición decadencia.
ResponderEliminarTexto revelador, sugerente.
Marcos Alonso
La cruda realidad: mientras unos disfrutan otros sufren, en la sociedad de la opulencia -o lo que era la sociedad de la opulencia- unos derrochan y otros malviven.
ResponderEliminarLa esquizofrenia del ser humano.
Me encanta!
ResponderEliminar