Foto parque nacional de Timanfaya, Lanzarote. Foto de Marián
Había una determinación oscura, como de honda corriente de río, en su deseo de callar. Un injerto de silencio había recubierto su mirada y aquel lienzo invisible cruzaba toda la osamenta del cráneo hasta sellar la cueva de su garganta. Lo sabía todo, pues todo lo había visto, pero si permanecía como las rocas de una montaña su memoria quedaría indemne.
Y no era asunto sencillo tal mudez, puesto que se arriesgaba a que la perspicacia de la investigadora confundiera su mutismo de esfinge con la asunción de una culpabilidad casi necesaria. Interpretar los silencios es arte sólo reservado a algunos músicos y a los felinos de la noche.
Además, sus dedos, impelidos por el resorte inevitable del recuerdo de las caricias, habían actuado con excesiva premura y ya era tarde para que devolvieran el único testimonio a su lugar sin que cualquiera, sospechara su reubicación espuria.
Intuía sin demasiadas incógnitas que las imágenes se convertirían en un oleaje perenne que acariciaría la superficie terrosa de su cerebro, y que acabarían por minar cualquier resistencia al desánimo o a la tristeza, pero no podía hablar.
Hablar hubiera supuesto, no sólo arrojar su memoria al olvido, como guijarros sin partida de nacimiento, sino enfangarlos en el oprobio. Hablar hubiera supuesto la traición. Ya no temía amonestaciones por su parte, salvo que su sombra se alzara para siempre del cadáver y se anudase a la suya propia, pero el pensamiento lejano de su reproche, como un eco que se pierde, hería su ánimo.
La contempló por última vez para acumular el vestigio de un latido que había abandonado su cauce en un vuelo sin destino, para evitar el pulso de mármol sobre el aleteo indeciso del recuerdo, y supo que el último fogonazo que había atravesado su mirada lo teñiría de abrojos que se clavan para que sangre la mirada.
Aún así, selló sus labios, amordazó su lengua, obturó su garganta y se hizo pedregal inexpugnable su mirada.
Precioso texto que nos petrifica en el tiempo para volver a miranos.
ResponderEliminarGracias, Marcos. Un secreto a veces, provoca la necesidad del silencio de las rocas.
ResponderEliminarEste es el comienzo de una historia muy negra. Si no lo tienes planeado así, al menos eso es lo que ha despertado en mi cabeza.
ResponderEliminarBuena mezcla de lirismo e intriga.
Me gusta, especialmente, "Interpretar los silencios es un arte solo reservado a algunos músicos y a los felinos de la noche"
La verdad, Ana, que no lo tengo planteado de ninguna manera. En principio es un texto cerrado en sí mismo, pero también se puede abrir. Cosas hay más difíciles
ResponderEliminarPues, si algún día te sientes con ganas, la historia puede dar mucho de sí
ResponderEliminarOpino como Ana y Marcos: parece le principio de un relato de miedo o suspense al menos.
ResponderEliminarNo sé, una historia densa y llena de secretos.
Nos has abierto la inspiración.
Saludos,
Anabel, la Cuentista
Se trataba, en un principio, de preguntarse qué era ese secreto. A lo mejor es cuestión de revelarlo.
ResponderEliminarCon tanta insistencia quizá lo medite.
Amando, me metí en tu blog siguiendo el link que nos dejaste sobre el proyecto 7Plumas y te escuché leyendo.
ResponderEliminarTienes una bonita voz y lees muy bien (qué envidia, por Dios!)
Pero fui a hacer un comentario y me desapareció!
Debe de ser el duende de mi ordenador, que tiene celos...
Ana J, los duendes te han engañado un par de veces, porque ahí está tu cariñoso comentario. Se ve que al final de la reunión, los gnomos que trabajan a destajo en tu máquina han decidido conceder un salvoconducto a tus palabras y ahí están, haciéndome sonreír.
ResponderEliminarTambién yo lo vi, Amando, me encantó, gracias.
ResponderEliminarEs que los duendes te aprecian, que yo lo sé.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que hayan recuperado la cordura.
Un abrazo
Voy leyendo a partir de la entrada principal y los textos de todos me están dejando asombrada. Este, en especial, Amando, desprende un estilo elegante de suspense y misterio. Me perece entender que trata de cómo piensa un asesino, psicópata o algo similar, en el momento del interrogatorio. Me gusta.
ResponderEliminarA pesar de todo no me puedo quejar, Ana, porque con el equipo que tengo si no fuera porque los pobres trabajan a destajo... El día menos pensado se me sublevan y tengo que contratar alguna paloma mensajera que llegue hasta Tenerife. Vaya lío.
ResponderEliminarEn parte, Dácil, tienes razón, pensaba en alguien que tiene que retener un secreto por razones poderosas, pero no es precisamente el asesino a la hora del interrogatorio; aunque podría ser.
Cuando lo escribí pensaba en alguien cuyo silencio sería más doloroso aún.