10 junio, 2010

Tras la sonrisa (XVI)




-¿No te habré despertado Victoria? ¿te noto como si estuvieses media dormida? –Preguntó Juani, temiendo haber sido inoportuna.

-No, no es nada, solo que me acosté un rato sobre los cartones porque estaba un poco mareada- Dijo Victoria Eugenia, aparentando normalidad pero sin quitarle un ojo a su vecino.
-¿Sobre los cartones? -Preguntó extrañada Juani.
-Ah, no, es un decir, me refiero a los colchones de la suite. La verdad que está estupenda, la decoración es preciosa y las vistas ni te cuento –Explicaba Victoria Eugenia con todo lujo de detalles, mientras el hombre negro, que se había sentado al otro lado de la callejuela, miraba a su alrededor buscando, atónito, la “decoración preciosa” de la que hablaba Victoria Eugenia.
-¡Vaya! Con que una suite, ya veo que os va de maravilla. Por cierto, hemos visto a Juan hace un momento pero lo hemos perdido. Estaba muy gracioso y divertido, hablando con una camarera morena muy guapa y bailando –Dijo Juani insinuósamente.
-Gracioso sí, no te imaginas las gracias que me ha hecho, no he parado de reírme, aunque, no creas, yo he bailado también lo mío, tengo los pies destrozados –Dijo Victoria Eugenia disimulando su situación.
- Oye, a ver si nos vemos pronto, lo vamos a pasar de maravilla, ya verás –Dijo Juani muy animada y deseando encontrarse con su amiga.
-Sí, la verdad que sí, Juani, este crucero es una maravilla –Dijo con lágrimas en los ojos- lo vamos a pasar muy bien. Ya Juan llamará para vernos, que mi móvil no funciona bien y me estoy quedando sin batería –Dijo Victoria Eugenia, antes de despedirse apresuradamente, cuando observó que se acercaba una pareja de la policía municipal.
Como pudo, se levantó muy dolorida y se acercó a los dos policías, muy compungida y nerviosa, agarrando a uno de ellos, sin darse cuenta del aspecto que presentaba.
-¡Agente, agente, ese africano me ha atacado! –Gritó, señalando al hombre negro, sin soltar al policía, que se asqueaba al verla tan sucia y con las manos ensangrentadas.
-¡Quita loca! –La apartó el policía con expresión de repugnancia para, después, sacudir su uniforme como si evitara contagiarse de algo.
-Espere un momento -Dijo uno de los agentes, mientras el otro se acercó al hombre negro, que miraba impasible preparándose un café con una pequeña cocinilla de camping.
-Buenas tardes, Doctor Janssen –Saludó militarmente el agente, cuadrándose delante del “africano”, ante la sorpresa de Victoria Eugenia.
-Hola Migué –Respondió el doctor- ¿cómo va eso? –Preguntó sin dejar lo que estaba haciendo.
-¿Qué ha ocurrido aquí, Yan? –Le preguntó el municipal.
Yan le contestó en voz baja al policía, que le interrogaba, mirando de reojo a Victoria Eugenia, que recibía las aclaraciones del otro agente y se enervaba, al comprobar que el interlocutor de Yan se reía sin parar al escucharlo.
-¿Cómo que doctor? –Se quejaba Victoria Eugenia por el trato que le dispensaban a Yan.
-Sí, es un doctor holandés y es muy apreciado en el barrio.
Cuando el otro agente regresó sonriente, también saludó a Victoria Eugenia, que se seguía mostrando contrariada y enfadada.
-Bueno señora, al parecer ha habido un malentendido. Usted se ha caído y el doctor Janssen, simplemente, la ha atendido –Dijo, señalando el vendaje casero que llevaba puesto Victoria Eugenia en la rodilla, antes de despedirse y seguir su camino sin dar más explicaciones a la que parecía una mendiga loca.
-Adiós, doctor Yan. Adiós, señora. Ah, y que tenga una feliz travesía y disfrute de la suite –Dijo el policía riendo, ante la extrañeza de su compañero.

Victoria Eugenia incrédula ante lo que estaba viviendo, no entendía como el agente municipal sabía lo del crucero ni como aquel espantapájaros era holandés y doctor. Ahora, comprendía el numerito que había montado y se sentía ridícula y avergonzada ante el gentil doctor. Tras recoger sus cosas, se acercó hasta Yan y, tragándose su orgullo con gran esfuerzo, se disculpó como pudo, sin que Yan le hiciera mucho caso. Éste le puso una tacita de café en las manos de Victoria Eugenia, sin que ésta se atreviera a rechazarlo, hacía tiempo que no había comido nada y ya su estómago se empezaba a quejar. Sentada en aquel rincón tecleó un mensaje por el móvil y se quedó quieta, sin lamentarse, compartiendo algunas galletas con Yan, hasta que quedó rendida sin darse cuenta.

7 comentarios:

  1. Aquí repito lo que he dejado en tu blog:
    ¿Has escrito este pasaje después de conocer los resultados en las elecciones holandesas y la espectacular subida de la extrema derecha neerlandesa?
    Se me caen todos lo mitos, pero al revés que a Victoria Eugenia.
    A lo mejor me equivoco, pero creo que esta mujer se ha matriculado en curso acelerado de humanidad y rotura de clichés.
    Un mendigo doctor, un hombre de color (oscuro) holandés, alguien que le ha curado sólo porque estaba herida, sin necesidad de presentar una tarjeta de crédito.
    De nuevo mi admiración, Marcos, por tu fina ironía, por tu modo tan sabio de conducirnos de sorpresa en sorpresa en una trama tan llena de humanidad.
    Un abrazo.

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  2. Vaya que sorpresa Amando, estoy algo fuera de juego, no conocía esos resultados. Gracias por tu comentario, me ha encantado, aunque reconozca que no me lo merezco. Muchas veces cuando comentas algunos de mis textos, me haces ver cosas que yo no había visto, eso dice mucho de tí, no solo por tu perspicacia sino por ese color humano del cristal con el que miras.

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  3. Acabo de verlo y me tengo que ir. Grrrrrrr. Tendré que esperar para leerlo a mañana... por la tarde!!! Porca miseria!

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  4. Toda una sorpresa, una magnífica sorpresa.
    Una vivencia onírica estupendamente narrada. Auténtica, tangible, con qué fluidez nos has introducido en el delirio de Victoria Eugenia.
    Me ha encantado por su ritmo y por la facilidad en que unos personajes entran y otros salen, por cómo situaciones aparentemente lógicas se van imbricando hasta formar esa trama de ensoñación tan real.
    Cada entrega va añadiendo un plus de intriga y, sobre todo, de calidad.
    Felicidades, Marcos

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  5. Gracias Ana por tus comentarios, siempre los espero para atender a tus reflexiones que me son tan útiles.Efectivamente, para mí, escribir es aprender; tanto la parte más formal, en la que cada vez me exijo más; como en el tratamiento de los personajes y las distintas situaciones, salir de ellas es un ejercicio de habilidad y creatividad que abre otras puertas, cuando uno piensa que la historia ya está agotada, como me estaba ocurriendo con este relato.

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  6. ¿Pensabas que el relato estaba acabado? ¡Pues no te queda ná!
    Pero llevas razón, escribir lleva, en general, a seguir escribiendo, y a hacerlo cada vez mejor y con una visión más amplia de las posibilidades de cualquier historia.
    Me alegra que confíes en mis reflexiones y, a la vez, me hace sentir algo así como responsabilidad. En cualquier caso, para mi es un placer que espero cada semana, porque leer tus historias (no solo esta) es cada vez más interesante.

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  7. Me has dejado sorprendida. Victoria Eugenia durmiendo entre cartones, y el indigente de color resulta ser médico holandés conocido por la poli. Estoy de acuerdo con Amando y Ana, cada vez la historia se supera a sí misma y nos envuelve. Siento decirte Marcos, que nos tienes atrapados con tu novela: somos tus seguidores. Por tanto, tendrás que irte de vacaciones cumpliendo con tu serial. Donde quieras que estés tendrás que colgar tus capítulos. No nos dejes con la incógnita...

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