De pequeña solía rogarle a su madre que le contara alguna historia, y después de insistirle mucho, se quedaba tranquila escuchando el mismo cuento de todas las noches. Esa niña tiene hoy un hijo que no para de suplicarle. Al parecer, necesita un juego para un aparato electrónico del que ella no sabe ni para qué sirve ni cómo se enciende. Impotente ante los lamentos del niño, piensa que tendrá que sentarse a estudiar el uso de semejante artilugio, y lo más complicado, el funcionamiento de su hijo.
Texto: Belén Lorenzo
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ResponderEliminarBuen micro.... me has dejado el rostro con un tono nostalgico... Supongo que cuando tenga hijos seran ellos los queme enseñen a mi a jugar... quizás ellos me dejen enseñarles a montar en bici o a nadar... Bikiños
ResponderEliminarAlgunas veces uno, ante las nuevas exigencias de sus hijos, siente que ha perdido ese manual en alguna parte del camino...
ResponderEliminarNo sabes cómo te entiendo, Belén.
Cuánta verdad!!!!
ResponderEliminarTengo tres hijos y todos me han pasado por la derecha y por la izquierda con las nuevas tecnologías...hasta la pequeña Carmen que tiene 11 años.
ResponderEliminarUn saludo.
Incontestable, cómo ha cambiado el cuento...
ResponderEliminarPor suerte o por desgracia, todos los padres de todas las generaciones han opinado igual.
ResponderEliminarMuy buen texto, Belén
Muchas gracias a todos por los comentarios!
ResponderEliminarSi los hijos vinieran con intrucciones sería todo mucho más sencillo, pero creo que parte de lo bonito de ser padre o madre es ver como, un poco a ciegas, se va construyendo una persona, que en realidad, será más parecida a nostros de lo que pensamos. Al final sufrirá y se alegrará por las mismas cosas, pero a veces la diferencia generacional nos oculta esa realidad.
Un abrazo para cada uno!
Las instrucciones de como jugar con un hijo vienen en su frente, lo malo es que los padres pasan el tiempo viéndolo por todos lados, y pocas veces lo mira de frente.
ResponderEliminarUn microrelato reflexivo, que supongo seguirá valiendo para siempre, incluso para el 2085.
Dacil, me gustó lo de mirar de frente a los hijos: a veces lo más evidente es precisamente lo que se nos escapa. Un saludo.
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