El alisio de noviembre agitaba las cortinas. Me despertó el roce del clarear el día, todavía oscuro para cobijar sombras. Sombras inquietantes, conocidas. Antiguas. Negras, muy negras. Amenazantes: cómo había osado desafiarlas desertando. Sombras envidiosas, ahora deformes y decadentes. Sin sentido, sin futuro ni presente, venían a recuperar el pasado, que era lo suyo. Pero eso sería ya imposible, aún no sabían que estaban acabadas, derrotadas en una batalla en que la desigualdad cambió de bando. Los muertos pierden, solo se quedan con energía para hacerse crecer los pelos y las uñas, para asustar desgreñados, para arañar traicioneros. Los malos muertos, celosos de los vivos.
Amaneció, no podía ser de otra manera.
Amaneció, no podía ser de otra manera.
Texto: Ángeles Jiménez
Imagen tomada del blog de Ángeles Jiménez
Buen texto Ángeles. Muy buen giro final.
ResponderEliminarLos fantasmas que trae la oscuridad. El miedo. Afortunadamente, casi siempre amanece.
ResponderEliminarMuy bueno, Ángeles